Cine en TV: “D.A.R.Y.L.”

El martes de la semana que viene (19/03) la siesta está prohibida, pues Paramount Channel tiene programado para las tres y cuarto “D.A.R.Y.L.“, un encuentro directo con el cine de los ochenta. Los nostálgicos y los nuevos pimpollos de esta generación están invitados.

Tráiler en español de “D.A.R.Y.L.”

[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=dKovIJUcKwo[/youtube]

No es la calidad que yo más deseo para los tráilers, pero es el que he podido encontrar en castellano para ambientar un post el artículo. “D.A.R.Y.L.” es una de esas películas épicas de ciencia ficción para toda la familia: esto significa que su objetivo es simple y llanamente el entretenimiento y es desde esta perspectiva desde donde tengo que explicar mi postura. No puedo juzgarla con la dureza de aquellos filmes cuyas pretensiones son crear escuela, mostrarnos hipótesis fisicoespaciales o viajes en el tiempo.

Alguien huye con un chico en los asientos traseros del coche. ¿Lo ha secuestrado, lo está salvando…? No lo sabemos y el niño, cuando habla, no puede ayudarnos. Dice que se llama Daryl. Así es como empieza nuestra opción para el martes. Un jovencito amnésico que llega a un pueblo cualquiera sin recuerdos sobre su identidad, aunque sigue sabiendo hablar, andar o sumar sin calculadora (que  ya es mucho de los que otros con memoria intacta llevan a cabo). Un matrimonio lo tiene en acogida hasta que se aclare la situación de Daryl y descubrimos poco a poco que el chaval posee unas capacidades asombrosas: no solo es encantador con los adultos, sino que es inteligente, hábil en el béisbol, un genio con la música… en fin, un dechado de virtudes, el hijo perfecto que tu madre hubiera querido.

Daryl-D.A.R.Y.L.

Aunque no es oro todo lo que reluce con Daryl, pues un chico tan perfecto y amnésico debe, por fuerza, esconder un secreto y esto se pone de relieve cuando recordamos cómo empieza la película y cuando aparecen los padres biológicos. ¿Qué es lo que oculta? ¿De dónde sale el talento pluscuamperfecto de este niño? Son cuestiones que quedan sin resolver para que el espectador no pierda la capacidad de sorpresa.

Capacidad, por cierto, que no es íntegramente necesaria. “D.A.R.Y.L.” es una película predecible, facilona, sensiblera, sin profundidad. No critica, no ataca, no desgarra, no expone, solo cuenta una historia. Es un cine amable; no hay sátiras a la sociedad, no hay advertencias para el uso de la tecnología. Al contrario, de lo que se trata “D.A.R.Y.L.” es de una reivindicación (aunque esta palabra le queda muy holgada) de las relaciones humanas, de la imperfección, del mero gusto de querer y ser querido. Como ya he dicho, una película absolutamente familiar, de las que habría molado ir al cine a verla por allá en 1985.

Simon Wincer, director de “D.A.R.Y.L.” ya nos ha dado entretenimiento de esta clase. Es un nombre conocido por títulos como “¡Liberad a Willy!” o “Las aventuras del joven Indiana Jones”, aunque también se ha dedicado a hacer un cine menos infantil, pero no por ello mejor, como “Cocodrilo Dundee en Los Ángeles”.

Al protagonista de “D.A.R.Y.L.” suena también por nada menos que otro hito fílmico en los ’80: “La historia interminable”. En efecto, Barret Oliver es Bastian y Daryl. A pesar de que su carrera era prometedora con esas películas en su haber, no ha ido a más. La decisión de no seguir en la industria fue suya y ahora se dedica a enseñar Fotografía en California. El otro niño que se come la película es el amiguito que Daryl se echa, “Tortuga”, interpretado por Danny Corkill, quien tampoco ha tenido una carrera continuada en el cine. Es una lástima porque podría haberse encasillado en el chico gamberro, pero adorable del barrio. Tortuga es la clase de compañero de juego que todos querríamos tener, creo que es otro de los puntos fuerte de esta película que la hace más entrañable todavía.

Daryl-D.A.R.Y.L.

Aparte de Oliver y Corkill, Marty Beth Hurt, Michael McKean, Josef Somer y Amy Linker completan el reparto. Así que ya sabes, apunta en la agenda esta cita ineludible que tienes el martes que viene para reconciliarte con tu yo infantil. Date el gusto.