Crítica de “Joven y Bonita”: Vuelve François Ozon

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Nota: 7

No hay cineasta que se precie que no haya intentado acercarse al que es el primer trauma en la vida del individuo occidental. Nos referimos, como es evidente a la adolescencia. Lejos quedan ya esos tiempos en los que los niños dejaban de serlo a los 12 años para convertirse en hombres. En estos tiempos que corren, a tan tempranas edades no hay criatura capaz de entender el calibre de las circunstancias, más o menos dramáticas que le rodean. La felicidad no es discutible hasta ese momento. Es entonces cuando comienza la traumática fase de cambio radical. El proceso que nos lleva a darnos cuenta de la humanidad y miseria de nuestros ídolos. Solo los románticos irredentos se atreven a calificar como “hermosa” tan convulsa fase de la vida. François Ozon no es precisamente uno de ellos. Su latente obsesión por la mencionada etapa se ponía de manifiesto con su última cinta, la brillante “En la casa” (Concha de Oro en San Sebastián) y vuelve a hacerlo con la no menos interesante “Joven y bonita“.

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No hay retrato de la adolescencia que se precie en el que el despertar sexual no ocupe lugar preponderante. El acercamiento que realizaba el Ozon en su anterior cinta, más cercano al erotismo muta esta vez en un explicitud manifiesta. ¿Qué mejor material conductor que el despertar sexual de una chica y quién mejor que un director francés para contarla? “Joven y bonita” provoca una descarga eléctrica en cuatro estaciones. Desde la primera experiencia sexual de una jovencita de 17 años durante las vacaciones estivales, caminando hacia una creciente oscuridad durante el otoño que alcanza su punto álgido en el frío invierno. 4Para ello se sirve del cuerpo conductor de Marine Vatch, la Isabelle de mirada misteriosa y seductora. La Isabelle que decide prostituir su tierno cuerpo pese a no tener ninguna clase de problema económico y ser miembro de una familia acomodada.

A sus 46 años Françoise Ozon parece haber alcanzado el punto de madurez que sus cintas echaban en falta una década atrás. Autor prolífico (lleva ya 15 cintas a sus espaldas), Ozon sigue diseccionando los mismos temas que en 2003 le llevaban a afrontar obras como “Swimming Pool” o, un par de años antes “Gotas de agua sobre piedras calientes”. No sería descabellado hablar de “En la casa” y “Joven y bonita” como la disección y posterior división en dos partes de aquella relación que mantenían Charlotte Rampling (con interesante aparición también en esta cinta) y Ludivine Sagnier en la mencionada “Swimming Pool”. El proceso creativo y la dicotomía juventud-vejez quedan para la primera. Las miradas que desnudan y las torpeza de la canalización de los sentimientos adolescentes quedan para la segunda.

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“Joven y bonita” es el resultado de la necesidad de rebelión que nace en nuestro interior durante ciertas edades. Quien más y quien menos ha experimentado esa necesidad de marcarse un levantamiento hostil con el objetivo de conquistar un peculiar derecho a la autodeterminación ante padres y sociedad en general. Las drogas, el alcohol y el sexo son las mejores armas con las que cuentan tan inmaduras mentes. Ozon lo sabe. El hecho de que Isabelle se prostituya es solo una excusa para mostrar esa rebelión. Es la coartada para lograr que todos teman en alzamiento de una jovencita tan frágil en apariencia, como peligrosa con sus palabras y miradas. Isabelle provoca seduce al mismo ritmo que “Joven y bonita” nos embriaga. François Ozon ha vuelto a conseguirlo… y ya van dos.

Héctor Fernández Cachón