Crítica de “Las brujas de Zugarramurdi”

Álex de la Iglesia es uno de los grandes directores de este país, le pese a quien le pese. Hace un buen trabajo y suele dejar satisfecho a su público con esas historias rocambolescas de diálogos tan grandilocuentes como brillantes, aunque a veces se le va la pinza y se pierde demasiado en su propio mundo.

Las brujas de Zugarramurdi” es su último estreno y probablemente se quede en cartelera uno o dos fin de semanas más, así que si todavía no has ido a verlo, queda con tu mejor amigo imaginario -el único que te soporta- y corre a las taquillas. No sé si aguantará hasta la promoción de la Fiesta del Cine, así que mejor no te arriesgues porque últimamente cuesta encontrar películas disfrutables en la gran pantalla y ésta es una de ellas.

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Y sí, has deducido bien: “Las brujas de Zugarramurdi” me ha gustado. Me lo he pasado bien y me he reído. El tráiler, para variar, daba lo que prometía e incluso un poco más. El argumento, como ya sabrás a estas alturas, gira alrededor de dos parados que se compinchan para atracar un suculento local de venta y compra de oro, pero ellos lo hacen de una manera verdaderamente espectacular. Sus disfraces no se limitan a ser los típicos de una careta de cerdo o con las caras caricaturizadas de los presidentes, sino que está muy currado. Hugo Silva es un Jesús de plata con su corona de espinas y su cruz y Mario Casas el Soldadito de Plástico. Minnie Mouse y Bob Esponja también están implicados, así como el hijo de ese particular mesías. Y por sorprendente que parezca, el niño actor no es irritante ni cargante, aunque el peso, por suerte, no cae en él. En su huida, Jesús y el soldadito se meten en un taxi y secuestran a sus ocupantes, aunque el conductor pronto cederá y se pasará a su bando.

Pero ésta no es la típica película de persecuciones y huidas. Esto es solo una excusa para acercarnos a las brujas de Zugarramurdi, una manada de mujeres antropófagas que quieren, mediante un sacrificio, hacer que su diosa vuelva a reinar más allá del exterior de las cavernas, ya que su poder ha sido aplacado a lo largo de los tiempos y deben mantenerse ocultas de la sociedad actual que, en cierto modo, las ha doblegado.

El trío protagonista (Hugo Silva, Mario Casas y Jaime Ordóñez) combina bien; hay cierta chispa entre ellos y sus personalidades se distancian lo suficiente unas de otras como para darnos tres personajes dispares. Sin embargo, ellos no son lo mejor de la película -aunque ver a Mario Casas haciendo de tonto y que esté en su salsa es, desde luego, un puntazo que se le debe a Álex de la Iglesia- sino toda una suerte de personajes secundarios que aparecen en el momento justo y con la frase exacta para sacarte, como mínimo, una sonrisa. “Las brujas de Zugarramurdi” es una obra coral donde los pequeños papeles tienen una gran relevancia.

carolina_bang[1]Ahora bien, no esperes una película perfecta porque no lo es. Si hay algo que la lastra es su conjunto, es concebirla como una única pieza. En este caso, es mejor desmembrarla, quedarnos con lo que vale y desechar el resto. La comedia no es redonda, aunque rueda, y no es perfecta, aunque cumple su cometido. La mayor parte de la culpa recae sobre el personaje de Carolina Bang, la bruja más joven, más buenorra y más salida. Es un personaje que está ahí para hacer bonito, subir la temperatura y como pretexto para que los buenos puedan seguir siendo buenos y se salven. Sus lealtades son tan volátiles como sus caprichos; en dos segundos se enamora loca y profudamente del protagonista y ya piensa en traicionar a toda su estirpe sin ninguna clase de escrúpulos o reticencias. Se nota a la legua que se ha metido con calzador y creo de verdad que le hace mucho daño al resultado final, aunque Álex de la Iglesia esté ciego de amor.

Secun de la Rosa y Pepón Nieto, Santiago Segura y Carlos Areces, María Barranco, Enrique Villén y Javier* Botet, algunos en pareja y otros de forma individual, son, sin duda, los mejores puntos de la película. Sin embargo, tienen en común algo que también se extiende al resto de actores y es que no se han tomado muy en serio “Las brujas de Zugarramurdi” porque sus actuaciones eran más bien relajadas, como si supieran que forman parte de un gag y no de una película.

A pesar de que hay varias cosas que pulir, creo que después de verla uno se queda contento y no con el estómago rabiando, que es un buen remedio para despejarse y combatir cualquier pensamiento luctuoso. Este Álex de la Iglesia está bien, recuerda a sus primeras películas, aunque algo más trabajado y con más dinero para gastar. Aún así, no está a la altura de “El día de la bestia” ni de “La Comunidad”, pero se acerca.

Ya me contaréis qué os parece a vosotros.

*Donde dije Diego digo Javier.

11 Comments

  1. Manuel Luiso Medina octubre 6, 2013
    • Larry octubre 7, 2013
  2. Luis More octubre 6, 2013
    • Larry octubre 7, 2013
  3. Jose Cinematógrafo Herrero octubre 6, 2013
  4. José María octubre 6, 2013
    • Larry octubre 7, 2013
  5. Naiok octubre 7, 2013
  6. Txus octubre 10, 2013
  7. Vicente Salas febrero 11, 2014
  8. http://www.palacevip.com diciembre 24, 2014