Crítica: “Foxcatcher”

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Nota: 8,5

Encontrar un argumento que se centra en lucha grecorromana es, prácticamente, una invitación a cambiar de opción. “Foxcatcher” es una de esas películas de imagen antipática o, como poco, escasamente atractiva. Ni una apabullante campaña promocional podría hacer de la cinta de Bennett Miller un gran éxito de taquilla. Desde su póster a sus tráilers, hay un aire turbio y añejo (en el mal sentido) que nos espantan de forma automática. ¿Defecto? Puede que lo sea para los bolsillos de sus creadores, pero la virtud está implícita desde el nacimiento de la idea misma.

FOXCATCHER

“Foxcatcher” no existe con la idea de agradar. Su ambición es la seducción de lo insano. Bennett Miller es un director que sabe demasiado bien lo que quiere contar y cómo lo quiere contar. No le tiembla el pulso ni un segundo al poner todo su talento al servicio de una historia que pasa, sin que nos demos cuenta, de lo mundano a lo fascinantemente turbio. El placer ofrecido por “Foxcatcher” no es el del sabor un caramelo ni el del olor de una rosa. Es algo más parecido a que te azoten con una fusta mientras22 te leen a Dostoyevski. Si alguien ha hecho alguna vez, la sensación no puede ser muy diferente a la que nos ataca cuando vemos descontextualizada figura de John du Pont entre las brumas y las praderas de su inabarcable propiedad.

La historia del excéntrico millonario John du Pont (Steve Carell) y los hermanos Schultz (Channing Tatum y Mark Ruffalo) no es una de esas narraciones que se puedan hacer de forma usual. Hay que dejar que los tentáculos de la oscuridad vayan atrapando poco a poco. Lo que se plantea como un reducto de impecable moralidad y salvador patriotismo va muriendo sin remedio en la sórdida mirada del aparente benefactor y filántropo. El deseo de quien no tiene más ley que la suya propia y la corrupción del alma son el centro de una estrambótica trama que, por increíble que parezca, está basada en hechos reales.

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El personaje de John du Pont es lo que necesita Bennett Miller para demostrar que es de esos directores que van más allá. La sugerencia de cada plano, la atmósfera de cada momento, un montaje que se contonea como el mismo protagonista y el silencio como ruido convierten a “Foxcatcher” en una de las obras más hermosas y oscuras que hemos visto en mucho tiempo. Imposible no caer en las garras de una propuesta cinematográfica sin ninguna clase de complejo. Si en “Capote” empezaba a mostrar sus forma y en “Moneyball” se reafirmaba la intimidad del ocaso emocional convertido en estilo, “Foxcatcher” es la cumbre estilística de un director sin concesiones a la galería.

Cuando terminen los títulos finales de “Foxcatcher”, no dudéis ni un segundo: salid a la calle, levantad la mirada al cielo y respirad bien profundo. De lo contrario, la perturbadora mirada de John du Pont os arrastrará hasta las tinieblas.

Héctor Fernández Cachón

@HectorFCachontwitter3