Crítica: “Grand Piano”

Resulta curiosa la forma en que la gente habla del cine español. Por motivos desconocidos, hay quien todavía se refiere con desdén a las peliculas facturadas en nuestro país. Se desprecia por mera costumbre. En unos tiempos como estos que vivimos, donde los creativos patrios facturan una veintena de películas de excepcional nivel cada año y los costumbristas detractores se han quedado sin ningún argumento, es común escuchar una frase de sus bocas: “No parece española”. La locución no deja de resultar absurda, pero hace gracia oirla. Cuando dices de cien películas que no parecen españolas parece lógico empezar a pensar que el cine español es una cosa distinta a eso que “no parece”. Así llega a nuestras carteleras “Grand Piano”, un thriller “hitchcockiano”, trepidante, de factura impecable, con estrellas internacionales y decenas de planos que cortan la respiración. En fin. Ya saben: una película española.

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Es fantástico llegar a una sala de cine y sentir desde el primer minuto de la proyección como el director ama al séptimo arte tanto como nosotros. Esto ocurre con “Grand Piano”. Eugenio Mira afronta su tercer largometraje con la misma política mostrada anteriormente, pero más maduro en sus formas. Su generación es una de las más talentosas que ha dado nuestro cine. Tanto él, como Nacho Vigalondo, J.A. Bayona o el genial Rodrigo Cortés (aquí productor) beben de la fuente de Spielberg, Zemeckis, Coppola y compañía. El fondo es evidentemente importante, pero lo vital es el entretenimiento. Cine es cine. No hace falta pintarlo de realidad. Es suficiente por si mismo.

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Un pianista (Elijah Wood) se sienta al piano ante una auditorio repleto y espectante.  Tras cinco años desde el sonoro fracaso de su última actuación, poco le ayudará a templar sus nervios encontrar una nota amenazadora entre sus partituras. “Si fallas una nota te mato”. Este es el caldo de cultivo ideal para que Mira se saque de la manga una historia ágil, donde la puesta en escena alcanza momentos de absoluta brillantez. Tachar de pretenciosa a “Grand Piano” sería un error mayúsculo. Cualquier artificio visual o narrativo (son numerosos) no responde más que a la simple intención de divertirse que tiene y transmite el director. A Eugenio Mira le gusta el cine y no quiere perder la oportunidad de poner en práctica lo que le ha visto hacer a sus ídolos. Esto, unido a su desbordante imaginación solo puede tener como resultado una cinta extremandamente atractiva.

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No es un guión complejo, ni tampoco una obra que pretenda ganar en Cannes. Mira y su complice Cortés no juegan a eso. “Grand Piano” busca el suspense, la tensión y la seducción visual. La intención es sentar al espectador frente al piano y ante ese auditorio lleno de desconocidos. El fin último es que todos nos sintamos apuntados por ese francotirador escondido entre las sombras y que lleva la voz de John Cusack. Todos ellos, objetivos alcanzados con éxito desde el primer minuto del metraje. Si esto no es cine, si esto no es un éxito que venga Spielberg y lo vea.

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