Crítica: “Las dos caras de enero” con Viggo Mortensen y Kirsten Dust

Vaya por delante que soy un ávido lector de las novelas de Patricia Highsmith y admiro su capacidad descriptiva así como su conocimiento del lado más oscuro de la naturaleza humana. Me encantan esos personajes normales, con aficiones sencillas y temperamentos tranquilos, que se enturbian cuando las circunstancias los ponen a prueba. Por eso, supongo, me duele ver “Extraños en un tren” como adaptación y creo fervientemente que necesita un Minghella que le dé una segunda oportunidad. No discuto si la ejecución visual de Hitchcock y sus recursos para el suspense son acertados, eso, desde luego, es casi incuestionable (aunque ya sabéis que aquí revisionamos las obras maestras y las sacamos a la palestra), pero sí sufro al ver cómo se ha desperdiciado una buena oportunidad de acercar los planteamientos de la Highsmith a la gran pantalla.

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Y con “Las dos caras de enero” pasa algo parecido.

Crítica: “Las dos caras de enero” con Viggo Mortensen y Kirsten Dust

Hossein Amini también desaprovecha la oportunidad con su adaptación de “Las dos caras de enero”. Aunque es una presencia constante en el cine y ha participado en títulos aclamados como “Drive” o en menos conocidos, pero muy bien llevados al cine como “Jude”, creo que no ha hecho un buen trabajo de dirección. Para empezar, la elección de los actores es desastrosa. La escasa química que hay entre Viggo Mortensen y Kirsten Dust es hilarante. Sin embargo, que Oscar Isaac complete el trío aviva esa pequeña llamita titilante que tiene muchas ganas de apagarse. Esto no quiere decir que sea un acierto, pero, en mi opinión, es el más logrado de los tres. No es un Tom Ripley, pero su Rydal deja buen sabor de boca.

La acción se desarrolla en la Grecia de los años 60. La pareja está haciendo un giro por Europa, algo muy común para los americanos adinerados, y conoce a Rydal, un guía turístico también americano que aprovecha su fluidez con las lenguas para timar a los turistas, por más compatriotas que sean. Se enamora perdidamente de Colette, lo que desata la suspicacia de su maduro e inseguro marido, Chester, suspicacia que se convierte en paranoia cuando Rydal es la única persona que puede ayudarlos.

La atmósfera, que debería ser pesada, opresiva, llena del sentimiento de desconfianza, se queda en tibio intento que casi produce indiferencia. Es un buen thriller, tiene un guión sólido y la adaptación no es del todo mala. Se agradece que no caiga en la necesidad de tiroteos, persecuciones y escenas de alto voltaje, pero, al mismo tiempo, peca de una casi insufrible falta de ritmo. Amini no ha sabido desplegar las buenas dosis de tensión que “Las dos caras de enero” necesita para atrapar de verdad al espectador. Su homenaje al cinte antiguo, muy academicista y de corte clásico, se diluye. Le falta fuerza.

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Pero va por buen camino. Aún con sus numerosos defectos y la poca gracia de la elección del elenco, es una película que puede ser disfrutada por quienes saboreen los desarrollos metódicos y lentos y no necesitan florituras.

El grandísimo punto a favor de “Las dos caras de enero”, creo yo, está en la banda sonora. Eso sí que es un auténtico placer para los oídos. Y es que detrás del departamento de música está nada menos y nada más que nuestro compositor castizo: ¡Alberto Iglesias! Este hombre deja una profunda huella en sus trabajos, tanto es así que puede salvar una película de la completa ruina. Su música ofrece, en ocasiones, imágenes mucho más poderosas que lo que capta la propia cámara. Ahí Amini sí ha estado muy acertado. Además, se nota que Alberto Iglesias ha querido estar en comunión con Gabriel Yared, su homólogo en “El talento de Mr. Ripley“.

Os dejo el “soundtrack” de “Las dos caras de enero”, que alguien lo ha subido amablemente a YouTube.