Crítica | “Oh Boy”

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Oh Boy triunfó en los Premios del Cine Alemán de 2012 y fue reconocida al año siguiente en los galardones del Cine Europeo con varias nominaciones. El director y guionista Jan Ole Gerster puede estar muy satisfecho por la repercusión que ha tenido su ópera prima. Además es en blanco y negro y narra un día en la vida de un veinteañero que pulula por las calles de Berlín. Varios ingredientes para lograr la satisfacción de un tipo de público muy concreto. Pero, globalmente, Oh Boy es decepcionante.

El problema principal que tiene esta película es la perspectiva que plantea al espectador. El objetivo de Oh Boy es  que veamos la vida través de los ojos de Niko Fischer, un melancólico, reservado y pusilánime ex estudiante de Derecho. Si el espectador no logra empatizar con su protagonista el experimento fracasa. Eso es lo que nos ha pasado. Y lo hemos intentado. Nos hemos puesto de su parte la mayor parte de la historia. Pero no. Niko, no.

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El truco de Oh Boy es diáfano. Una vez vistas las dos o tres primeras escenas ya las hemos visto todas. Más o menos. Niko es apaleado allá a donde va. El psicólogo, la camarera, la tarjeta de crédito, el padre millonario, etc. Y todos son raros o despreciables. La mirada de Niko es una combinación de cinismo, displicencia e incomprensión. Él intenta entender a los especímenes que le rodean. Y nosotros intentamos que el chaval nos caiga bien. Nadie logra su objetivo en esta película.

Niko no consigue encontrar su lugar en el mundo, extraviado en un entorno desequilibrado, sin un objetivo claro. Reflexionando un par de años. No puede comprometerse, etcétera, etcétera, etcétera. Él solo quiero un café, y el mundo se lo niega. Berlín anochece y el protagonista y su colega actor visitan a un amigo camello. Oh Boy también tiene momentos apreciables. Niko dormitando en el sillón de la abuela. Encontrando unos minutos de paz, de sosiego. Pero no dura, hay que ir a una performance. Somos jóvenes.

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Uno de los aspectos secundarios que desliza la historia es el dramático pasado nacional. La última escena de la película es elocuente. Todavía hay muchos tabús en Alemania. Niko se resigna a escuchar a un viejo borracho. Es el final lógico para un día lamentable. Pero ese viejo borracho le dirá un par de cositas. Y Niko desayuna, por fin, mientras amanece en Berlín. Y sigue reflexionando. Tal vez, esa mañana, por fin, tome una decisión. Todo es posible.

Un cierre interesante para una cinta con un guión poco inspirado. Todos los secundarios que se cruzan en la vida de Niko son puro artificio. Incluso el viejo borracho. Tratan de cumplir una función muy evidente (como todo personaje en una narración) pero no son más que estereotipos sin ninguna profundidad. En un alarde de sinceridad, el protagonista expone a la salida del teatro la situación en la que se encuentra. Casi parece que es el propio guionista el que pide perdón por mostrar esta galería de personajes tan superficiales, tan literarios… A Oh Boy le falta vida y personalidad. Y le sobran referentes literarios y cinematográficos.

Lo Mejor: Entretiene. Algunas situaciones humorísticas.

Lo Peor: No hemos logrado mirar a través de los ojos de su protagonista. Falta de profundidad en el dibujo de los personajes secundarios. Autocomplaciente.