Críticas terroríficas: “El resplandor”

Podemos sentarnos a discutir durante horas sobre el cine de Stanley Kubrick. Pese a ser uno de los directores más grandes de la historia del cine, no faltan detractores a su manera de entender el séptimo arte. Para muchos espectadores, el particular e intenso estilo del realizador neoyorquino se hace demasiado vehemente como para soportarlo. No es extraño. Los hombres temen a los dioses. A todos nos pasa en algún momento. Y pueden ustedes estar seguros de que el señor Stanley Kubrick es lo más parecido a un dios dentro del mundo del cine. No lo decimos porque sea capaz de dirigir, producir y escribir más de una quincena de obras maestras. Tampoco porque sus ilimitados conocimientos e inquietudes cinematográficas le hayan llevado a dirigir fotografía, sonido, editar, operar cámara o dirigir los efectos visuales como los de “2001: Una odisea en el espacio”. Nuestra calificación de Kubrick como deidad cinematográfica se debe a su control absoluto sobre los elementos y las emociones. Hoy penetramos en las profundidades de “El resplandor” en un intento de demostrar nuestras afirmaciones. No hay mejor ejemplo. Nadie había conseguido ni volverá a lograr aterrorizar a millones de personas con semejante cantidad de luz.

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Hablar de “El resplandor” es hablar de uno de los grandes clásicos de terror de la historia del cine. Estas palabras son fáciles de pronunciar, pero lo que esconden detrás es algo mucho más trascendente. Miles de veces hemos presenciado como un psicópata camina por la penumbra con el rostro oculto. En centenares de ocasiones nos hemos encontrado a terroríficas criaturas acechando en la negrura de profundos bosques. No es que despreciemos tales recursos, ni que censuremos su utilización. Cualquier elemento utilizado con acierto y elegancia puede elevar una obra a la altura de sublime. Pero no podemos pasar por alto la construcción que Stanley Kubrick levanta en la cinta, sirviéndose de factores que a cualquier otro ni se le habrían pasado por la cabeza. En “El resplandor”, Kubrick no se guarda cartas en la manga. No oculta a su psicópata detrás de una cortina. Ese no es su estilo. El gran Stanley nos presenta a un hombre normal, padre de familia y bastante cabal. El ejercicio que realiza con el personaje de Jack Torrance no tiene comparación. La construcción y reconstrucción del hombre hasta transformarlo en un monstruo resulta incomparable e imposible de encontrar en ninguna otra cinta.

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Sobra decir que de todo esto tiene buena culpa un Jack Nicholson colosal (como no podría ser de otra manera), capaz de lograr nuestra empatía y cariño, para acabar por arrojárnoslos a la cara. Recordemos que su papel es el de un hombre que se traslada al impresionante hotel Overlook, en Colorado para encargarse de su mantenimiento en la temporada de invierno, periodo en el que el recinto permanece cerrado y aislado por la nieve. La única compañía de Torrance serán su esposa (Shelley Duvall), su hijo (Danny Lloyd) y su máquina de escribir. Su objetivo, encontrar la paz y el sosiego que le permitan escribir una novela. Lo que ocurre es que el hotel no es el sitio idílico que parecía. Una serie de fenómenos paranormales, a cada cual más espeluznante comienzan a sucederse, mientras Jack empieza a sufrir preocupantes trastornos de personalidad.

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Hemos aplaudido al director, al guión (basado en la novela de Stephen King), a la incomparable fotografía y a los actores. ¿Cuál es entonces el resultado? Pues el terror más absoluto. Pocas obras nos hemos encontrado en esta sección de “críticas terroríficas” que den tanto miedo. Cuando te enfrentas a ella sabes que te va a golpear dolorosamente, pero, por alguna extraña razón no puedes dejar de acercarte. Ese es “El resplandor”. Ese es el más grande. Ese es Stanley Kubrick.

 

2 Comments

  1. Victor septiembre 20, 2013
  2. josé miguel pallares díaz noviembre 14, 2016