El clásico de la semana: “El Club de la Lucha”

Argumento: Un joven pusilánime (Edward Norton) con una vida rutinaria, monótona y frustrante se enfrenta al insomnio que le provoca su lamentable existencia. Cada día es, si cabe menos emocionante que el anterior, pero la vida le tiene reservada una sorpresa llamada Tyler Durden (Brad Pitt) que cambiará su forma de ver el mundo.

Desde que, en un viaje en avión, el carismático vendedor de jabón Tyler Durden irrumpe en la vida del joven, su filosofía para el día a día cambia. Durden considera que el perfeccionismo es sintomático de debilidad y que lo que hace que la vida merezca la pena es la búsqueda de la más absoluta autodestrucción. De esta manera, ambos deciden montar un club secreto de lucha. Un lugar pensado estrictamente para descargar frustraciones e ira y que rápidamente irá logrando un éxito asombroso.

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¿Por qué tengo que verla?: He aquí una de esas cintas que no deja indiferentes a nadie. ¿Se puede decir algo mejor de una película? Desde su estreno en 1999, la cinta lograba tempranamente una enorme legión de defensores acérrimos, solo comparables en número con sus detractores. Obra de arte para muchos y basura pretenciosa para otros, “El club de la lucha” ha ido ganándose con el tiempo el estatus de cinta de culto que ya apuntaba en un principio. Del mismo modo, la crítica y el público han acabado por abrazarla definitivamente como una cinta imprescindible para entender el cine de las últimas dos décadas.

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Tachada de nihilista exacerbada por muchos e incluso de fascista radical por alguno que otro, “El club de la lucha” es una maravilla que nos deja el gran David Fincher para nuestra propia reflexión. Lejos de realizar clase alguna de proselitismo, la cinta enfrenta modos de vida y actitudes filosóficas diametralmente opuestas, sin tomar ningún tipo de partido. ¿Consumista o nihilista? Ni una, ni otra. “Aquí tenéis el mundo y vuestras dudas” parece querer decir Fincher. Lo que es indiscutible es que el director pone todo su talento al servicio de la empresa, marcándose una joya narrativa y estética que, a día de hoy se convierte en película imprescindible para cualquier cinéfilo.

La secuencia: Por cortesía de un Brad Pitt desatado, la secuencia con la que nos quedamos es en la que Tyler Durden recibe a los primeros luchadores del club, con un alegato que es más un modo de vida. “… Somos los hijos malditos de la historia”. Declaración de intenciones de un personaje mítico.

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