El DVD de la semana: “Boyhood”

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Nota: 9,5

¿Es posible ser salvajemente innovador y absolutamente clásico al mismo tiempo? Aparentemente podría parecer imposible conjugar ambos elementos en una misma película, pero la película que hoy centra nuestro interés lo ha hecho a lo grande. Hablar de “Boyhood” es hablar de su curiosa sistemática de rodaje. El director Richard Linklater decidía rodar una película durante quince años. Cada uno de ellos, el equipo se reunía durante unos pocos días para despachar las pertinentes secuencias. El resultado es la lírica más hermosa. Esa que solo se puede encontrar en las personas más reconocibles. En la humanidad y su vertiente más cotidiana. Los protagonistas de “Boyhood” envejecen doce años desde el primer plano de la cinta, hasta el último. Lo hacen Patricia Arquette y el genial Ethan Hawke, pero especialmente hermosos es apreciar este extremo en un protagonista que se presenta como niño en el primer plano y se despide como hombre en el maravilloso final.

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Lo realmente magnífico de “Boyhood” no es esa curiosa forma de rodar. Nadie recuerda esto cuando pasan los cinco primero minutos del filme. Lo maravilloso es un guión en el que pasa algo magnífico: La vida. Las ilusiones de un niño, los miedos de un adolescente, la pérdida de la inocencia o el amor y el desamor son tangibles hasta lo devastador. De hecho,3 también hay tiempo para encontrarnos con unos adultos que nos recuerdan eso de que nunca dejamos de madurar, de crecer y cambiar.

Como un espejo que nos devuelve nuestra propia imagen, el filme transcurre sin más sobresaltos que las bondades y crueldades que reserva el mundo a cada uno de nosotros. Efectivamente, se trata de una obra que va sobre todo el mundo. Así durante las casi tres horas de metraje de una película que vuela al mismo ritmo que un escalofrío recorre nuestras espaldas. Esa sensación que se tiene cuando uno se encuentra ante algo imperecedero. Ante algo que sobrevivirá al tiempo y a todos nosotros, porque la ambiciosa humildad de “Boyhood” está destinada a ser recordada.

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¿Recordáis la primera vez que os enamorasteis? ¿Qué hay de esa sensación al descubrir que el mundo era un lugar implacable y lejano al cuento que imaginabais? ¿Os resultan familiares esas pequeñas crisis mezcladas con la sensación de que el planeta tierra está puesto ahí para ti? Todo eso se evoca en una película agilmente construida. Una cinta que suena a la piedra que cae desde la boca hasta el estómago la primera vez que te rompen el corazón.

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Dentro de dos semanas es muy probable que “Boyhood” levante la estatuilla que la coronará como la mejor película del año, pero eso importa poco. Desde el momento en el que salimos embriagados de la sala del cine le dimos el mejor premio que puede ganar una película: el respecto de un espectador que se acaba de enamorar. Muchas gracias, amigo Linklater.

Héctor Fernández Cachón

@HectorFCachontwitter3