El nombre y los artistas ya lo dicen todo, pero el argumento es llamativo para tratarse de una serie de televisión: una vieja pareja de divas continúa su relación después de muchos años y millones de ataques mordaces. Cuando un chico nuevo llega al edificio, interpretado por Iwan Rheon (“Misfits” y torturador de Theon Greyjoy, entre otras cosas), Freddie desatará toda su experiencia detectivesca para descubrir si es de la familia, como dicen ellos, o es hetero, algo que a esa pareja de pensionistas debe interesarles mucho. Al mismo tiempo, tienen que lidiar con el pasado: uno de sus amantes ha fallecido recientemente y se abren antiguas pullas que, por lo visto, nunca se cerraron.
El piloto de “Vicious” no es malo, pero no hace promesas de que vaya a ir a mejor. El libreto tiene un pase. Algunos chistes son buenos, algunos comentarios afilados y algunas situaciones ridículas y, por ello, cómicas. Pero, en general, el guión se ve tan forzado como a Violet (Frances de la Tour) le encantaría. Al menos durante el primer capítulo, la presencia de Ash parece metida con calzador. El joven insiste en pasar tiempo con los abuelos, más allá de lo que a todos nos resulta lógico en un primer encuentro con los vecinos, y algunas bromas, por ende, salen demasiado apretadas.
La idea corre a cargo de Mark Ravenhill, del que no puedo decir absolutamente nada porque no he visto ninguno de sus escasos trabajos para televisión y no he seguido su trayectoria en el teatro. Si debo sacar mis conclusiones a partir de “Vicious”, no van a ser muy halagadoras para él.
En cuanto al escenario, se me ha antojado kitsch y obsoleto. Veinte años atrás habría causado un gran furor, ahora apesta a nostalgia, y no lo digo por la casa que los abuelos comparten como pareja, que está llena de sus recuerdos y de esa recargada decoración que tanto gustan por esos lares insulares, sino también por el formato de presentación y unas cámaras demasiado fijas. Supongo que se ha buscado por alguna razón que todavía no entiendo, como lo de seguir incluyendo las risas enlatadas ante cualquier insinuación que intente ser graciosa. Eso lo hace irritante.
La parte buena de estas comedias es que su duración es breve y no da tiempo a intimidar ni a aburrir, a menos que de entrada no consigas hacerte con los personajes y te causen un rechazo directo. Les puedo permitir esa obsolecencia durante 20 minutos si me aseguran que, como mínimo, no van a bajar el nivel de las cuchilladas entre los personajes principales que con tanta gracia McKellen y Jacobi nos brindan.
La primera temporada consta de seis capítulos y ya están todos disponibles, así que de una sentada se puede liquidar. Parece un buen aperitivo para el verano, ¿alguien más se apunta a ver “Vicious”?
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