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Crítica: “Prisoners”

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Tal vez sea una de las mejores películas facturadas en Hollywood durante este año. Sin ser redonda, posee suficientes aspectos positivos para encandilar a un buen número de espectadores. Ambiciosa, reflexiva y técnicamente notable, Prisoners aborda varios de temas clásicos, pero plenamente vigentes en nuestra sociedad: la familia como núcleo vital, la incertidumbre, la indefensión, la justicia, el individualismo, la heroicidad, etc. Todo ello con un matiz de reflexión moral que aumenta su relevancia como producto artístico.

¿”Prisioneros” de qué? Buena parte de la película transcurre en lugares cerrados, escondites, agujeros, en los que los personajes ponen a prueba su condición humana. Encerramos a los demás, y nos encierran. No solo hay presos en las cárceles. Hay otros barrotes que nosotros mismos esculpimos con la abyección y la desdicha como materias primas.

Prisoners parte de dos premisas clásicas del thriller contemporáneo: unas niñas perdidas y un posible asesino en serie. Dos familias de clase media, religiosas, sufren en sus carnes la agonía de la desaparición de dos niñas. El escenario, un pueblo del norte, lluvioso y solitario, actúa como marco ideal para la trama. No es la primera vez, ni será la última. La lluvia incesante, el cielo cerrado, el barro, la suciedad, el óxido… No sorprende, pero actúa como recurso eficaz creador de atmósfera.

En este sentido, tanto Denis Villeneuve (director) como Aaron Guzikowski (guionista) exhiben un dominio solvente de los elementos clásicos del thriller. Lo primero, crear atmósfera, empapar al espectador de un aire denso, afilado, que anuncie la tragedia, que aumente la tensión dramática. A ello hay que añadir una interesante fotografía que, sin caer el formalismo, se saborea con gusto.

Y como buen thriller, un suceso inesperado obliga a los protagonistas a tomar partido. Hugh Jackman y Terrence Howard, los dos padres, asumen actitudes diferentes, que son arquetípicas. El líder implacable, determinado y enfervorecido y el seguidor, dubitativo, confuso. Pronto llega el detective, un Jake Gyllenhaal que aspira a encontrar la madurez con este papel y olvidar de, una vez por todas, al adolescente lúcido de Donnie Darko. El personaje de Gyllenhaal, escasamente perfilado, sin necesidad de caer en recursos trillados tipo padre borracho, resulta satisfactorio y eficaz. A la media hora, Prisoners ha logrado su objetivo: estamos enganchados.

A medida que profundizamos en la historia, crece la tensión, al atmosfera se torna casi irrespirable, mientras algunos personajes se abandonan a sus instintos y otros luchan por no salirse del camino. Del camino correcto. El conflicto moral es el principal elemento catalizador de este relato. No es baladí que una cruz aparezca colgando de un coche en los primeros minutos. Pero Prisoners tampoco se pierde en estrategias populistas. La religión forma parte de la sociedad, estadounidense en este caso. Y punto.

La cinta cuenta también con algunos elementos de misterio, y un par de equívocos narrativos, habituales en el género. Y salen a relucir las imperfecciones del relato. Echando la vista atrás, lamentamos que algunos sucesos de la película sean anecdóticos y no tengan otro objetivo que alargar la agonía y confundir al espectador. En este sentido, y a nuestro modo de ver, varios cabos sueltos no se anudan al final de la película, perjudicando la valoración final.

Pero tal es el grado de ambición por parte de los creadores de Prisoners que debemos quedarnos con lo bueno de la cinta. Y ser magnánimos. No hay película perfecta.

En resumen, Prisoners encandilará a los que en su día contuvieron el aliento con Seven, espectadores que prefieran encontrar en la sala de cine algo más (o diferente) que noñería, explosiones y sonido estruendoso. Por cierto, notable banda sonora.

Lo Mejor: La atmósfera. La solvencia en el uso de los recursos propios del thriller. La reflexión moral.

Lo Peor: No posee un mecanismo narrativo perfecto,  ya que varios de sus elementos podrían ser eliminados sin perjudicar el desarrollo central de la trama. Algunos cabos sueltos.

David

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