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Crítica: “La gran estafa americana”

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Dijo Goethe que la originalidad no consiste en decir cosas nuevas, sino en decirlas como si nunca hubiesen sido dichas por otro. O algo así, pero en alemán. Cuando acudimos al cine a ver una película encumbrada por la crítica, esperamos, entre otras cosas, originalidad. Y ser original no supone abordar nuevos temas, sino hacerlo desde una nueva perspectiva, ya sea estilística, narrativa o analítica. La gran estafa americana no es original desde cualquiera de esas perspectivas.

El estilo, el ritmo y sus recursos narrativos, y el análisis de la sociedad estadounidense es el que venimos observando en la última década ( o más) a través de directores como Scorsese o Soderbergh. Podríamos ser complacientes y decir que David O. Russell se halla dentro de una escuela cinematográfica que bebe de algunos grandes nombres. O podríamos decir que La gran estafa americana es decepcionante.

Finales de los años 70. Irving Rosenfeld (Christian Bale) y Sidney Prosser (Amy Adams) se dedican a hacer estafas a pequeña escala hasta que tienen un tropiezo con Richie DiMaso (Bradley Cooper). A partir de ahí, sus estafas deberán cambiar de bando. No tienen otra opción. Rápidamente La gran estafa americana se convierte en una película de actores. Su lujoso reparto que completan Jeremy Renner (En tierra hostil), Jennifer Lawrence (Los juegos del hambre), Alessandro Nivola (Un plan perfecto) y un tal Robert no sé qué, es un seguro a nivel de taquilla.

A ello se añaden un equipo técnico eficaz con Danny Elfman (Los Simpson) y el sueco Linus Sandgren a la fotografía, entre otros. Eric Singer, guionista de la interesante The International, acompaña a Russell al guión. Con todo ese arsenal creativo y un presupuesto elevado es difícil hacer una película mala. Y La gran estafa americana no lo es.

La película se abre con una escena que pone las cartas sobre la mesa. Todos los personajes de esta película ocultan cosas. La intención de Russell es tejer una historia en la que los engaños se vayan acumulando y el espectador no pise tierra firma en ningún momento. Y luego llegan los obligados flashbacks y las voces en off al estilo Scorsese. De acuerdo, Scorsese no ha sido el primero en utilizar este recurso, pero la forma en que lo hace Russell es idéntica, hasta el punto de  que volvemos a mirar para cerciorarnos de quién es el director.

El aspecto estético de  La gran estafa americana es lujoso, opulento y sexy… Muuuy sexy. Ou Yeah! Solo necesitamos mirar los labios o las piernas de Amy Adams. Son los años 70, como se encarga de recordarnos plúmbeamente la banda sonora. Una temazo por aquí, otro por allá. Voz en off, vestido de lentejuelas y una gran solapa. Soderbergh. No, perdón, Russell.

Y el ritmo. ¿Agilidad o precipitación? La primera media hora es sofocante. A nuestro juicio, un ritmo vivo no tiene necesidad de noquear al espectador. Solo hay que bajar un poco las revoluciones. Irv y Sid viven una vida acelerada, pero a La Gran estafa americana, especialmente en su inicio, le sobran anfetaminas.

La trama empieza a carburar una vez que el personaje de Bale toma el mando. Los encuentros con su mujer son los mejores momentos de la película. Rosalyn (Lawrence) es el personaje que mejor funciona de la historia, tal vez porque es el más original. La fiesta en la que hace acto de presencia Victor Tellegio hace contener el aliento y la tensión alcanza su punto culminante. Pero pronto Russel vuelve al hedonismo acelerado en el cual más cómodo parece sentirse.

La gran estafa americana pretende ser políticamente incorrecta en su fondo. La resolución de la historia, en la que los papeles de buenos y malos quedan muy desdibujados, ofrece una perspectiva interesante, aunque discutible. Pero la forma de American Hustle no puede ser más políticamente correcta. Es lo que se lleva. Lo que piden los espectadores… Y los productores, que es más importante.

En definitiva, La gran estafa americana es una película entretenida, con varios actores en estado de gracia, pero algo larga, visualmente excesiva y formalmente correcta. Demasiado correcta para un David O. Russell que, suponemos, pretende encontrar un estilo propio.

Lo Mejor: El personaje de Rosalyn. La escena de Victor Tellegio. La ambigüedad moral.

Lo Peor: Estilo políticamente correcto. Falta de originalidad. Empacho musical.

David

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