NOTA: 5,5
Una película es una película y sus circunstancias. No es simplemente una cuestión de guión, dirección y montaje. Tampoco se reduce a la calidad interpretativa o la habilidad narrativa. La perfección absoluta puede no ser suficiente si las condiciones del espectador no son las óptimas. “La vida es bella” o “Sleepy Hollow” vistas con una dolorosa gastroenteritis pueden generar traumas que solo con el tiempo se superan (se lo digo yo). Pero a veces no son cuestiones tan dramáticas las que determinan si una cinta gusta o no. El estado de ánimo es otro elemento que influye frecuentemente en la impresión generada por la obra en cuestión. Si tengo el día torcido, ya puedes ponerme “Casablanca”. El problema es que hay una circunstancia que influye con demasiada frecuencia en la opinión que merece una cinta, y es que en el cine el arte del “prejuicio” resulta matador. Si no, que se lo pregunten al cine español. Ese es también el poderoso enemigo al que se enfrenta “Cuento de invierno”, una película enormemente imperfecta, pero que no carece de ciertas bondades.
Desde la primera palabra y el primer fotograma queda bien claro lo que vamos a encontrarnos. La cinta ya arranca con un aura etérea que no nos abandona durante un solo minuto de la cinta. Colin Farrell montado en un caballo con alas, Russell Crowe haciendo de malo caricaturesco, una chica descalza, castillos en la nieve, rayos de luz, estrellas, pastelitos, caramelos y un bombón. Les acabo de resumir, a grandes rasgos la propuesta estética y argumental de la cinta. De hecho, cuando tres elementos de los apuntados entran en el mismo plano, el resultado suelen ser carcajadas inapropiadas.
La cinta con la que el afamado guionista Akiva Goldsman (“Una Mente Maravillosa”, “Soy Leyenda”) debuta tras las cámaras es un ejercicio cinematográfico que derrocha honestidad. Carece de otra pretensión más allá de ser una película sencillamente bonita. Parece un argumento simplista, pero así es. “Cuento de invierno” es bonita en forma y fondo. Puede que pierda el pulso narrativo en ciertos momentos, si bien esto no es óbice para poder disfrutar de algunos de sus pasajes. Con poco más que la propuesta de “Cuento de invierno”, Stephen Daldry se hacía con una nominación al Oscar dos años atrás gracias a “Tan fuerte, tan cerca”. Descárguense de prejuicios y tomen la película como lo que es. Solo de esa forma podrán apreciar la perfección estética o serán capaces de disfrutar de una entretenida historia de amor carente de más pretensiones que hacer pasar un rato agradable. Además Eva Marie Saint y a Jennifer Connelly tienen su ratito. ¿No es este ya motivo suficiente para concederle un microcrédito?
Héctor Fernández Cachón
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