Dejando a un lado los patinazos del último galardón y del In Memoria, lo cierto es que no se puede negar que los organizadores de la ceremonia han dado en el clavo. Pese a una descomunal duración de cuatro horas, Jimmy Kimmel demostraba que era el presentador ideal para una ceremonia que llevaba tiempo probando varias fórmulas sin éxito. Así, a base de humor elegante, todo funcionaba de maravilla desde la irrupción en escena de un Justin Timberlake que disparaba la adrenalina de todos los presentes.
En una noche en la que las golosinas llovían del cielo y en la que cada gag del presentador funcionaba a las mil maravillas, el momento más divertido se producía cuando Jimmy Kimmel y sus chicos decidían llevar a la gala a un grupo de turistas engañados. Las reacciones de anónimos y estrellas se convertían en la situación más divertida vivida en años en la entrega de los Premios de la Academia.
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