Esto del cine es de lo más curioso. Hace exactamente 15 años, Spider-Man aterrizaba en la gran pantalla de la mano de Sam Raimi. Era el principio de una trilogía irregular en lo creativo, pero más que rentable en taquilla. Diez años después, Sony decidía lanzarse con un nuevo filme del Hombre Araña. En esta ocasión, Andrew Garfield tomaba el relevo de Tobey Maguire, consiguiendo firmar una nueva versión del superhéroe más que interesante. El problema es que su secuela no gustaba demasiado, lo que se traducía en una recaudación de 708, 9 millones de dólares, la más baja de la saga.
Visto lo visto, en Sony empezaban a barajar posibilidades de futuro. Se hacían necesario cambios y la llamada de Marvel parecía ser la mejor opción. La Casa de las Ideas quería a Peter Parker en su universo cinematográfico. La recaudación de las películas monográficas de Spider-Man sería para Sony, mientras que las cintas grupales en las que apareciese el Hombre Araña, así como el dinero de merchandising engrosarían las arcas de Marvel
Este era el caldo de cultivo con el que presentaba Spider-Man: Homecoming. La tercera etapa del Hombre Araña en 15 años lograba el aplauso de la crítica, pero su taquilla no era tan feliz. Y es que, a punto de terminar su vida comercial, el filme ha recaudado 670,9 millones de dólares o, lo que es lo mismo, la cifra más baja de todas las películas de Spider-Man. Puede que los mercados orientales ayuden al filme con un último arreón, pero lo cierto es que por mucho menos se cargaron al Peter Parker de Andrew Garfield.
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