Era lo que tenía que ocurrir. Hace unas semanas, Disney lanzaba Un pliegue en el tiempo, su nueva y ambiciosa superproducción. La adaptación de la obra de Madeleine L’Engle se presentaba como una cinta de ciencia-ficción para toda la familia, pero el resultado creativo no podía ser más desastroso. Una auténtica infamia cinematográfica resultaba la película, lo que también tendrá importantes consecuencias comerciales.
Con un presupuesto de 110 millones de dólares y una inversión en distribución y promoción superior a los 70, el filme termina su andadura por los cines con un total amasado de 107 millones de dólares en todo el mundo. Horribles datos solo un poco paliados por los 86 (21 en el resto del mundo) millones conseguidos en suelo americano. Se ve que allí consiguieron engañar a mucha más gente…
Y es que la realidad se ha impuesto a lo bestia. Aquí no estamos ante uno de esos desastres de Disney del tipo de John Carter o Tomorrowland. En aquellos casos se perdió dinero, pero eran producciones encantadoras. sin embargo, Un pliegue en el tiempo puede ser el mayor desastre en años, no solo por su monumental leche en taquilla, sino porque difícil es encontrarse una cinta tan caótica, pobre, farragosa y, hablando en plata, mala. La sorpresa habría sido que no se la hubiese pegado.
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