En el cine nada pasa porque sí. Todo lo que ocurre en pantalla, ocurre por algo. ¿Todo? Casi todo. De vez en cuando, el talento de un actor le lleva a un instante de improvisación que acaba resultando mágico. Resulta curioso, pero podemos decir que incluso algunas de las escenas más importantes del cine son resultado de un arranque de talento o una mera coincidencia. Preparaos, porque os va a sorprender lo cerca que estuvieron de no existir estas cuatro secuencias grandiosas.
– La Naranja Mecánica: Stanley Kubrick no estaba nada satisfecho con la interpretación de Malcolm McDowell. El director, desesperado le pidió que improvisase. El resultado sería la turbadora escena con el protagonista cantando “Singing in the rain”.
– Tiburón: Cuando el temible escualo que da título a la película se muestra por vez primera ante el jefe Brody (Roy Scheider) el asombro le llevó a un espontaneo y no guionizado “Vas a necesitar un barco más grande”. La frase es ya un mito.
– El Silencio de los Corderos: La visita de Clarice (Jodie Foster) al doctor Lecter nos regaló un momento escalofriante. Concretamente, el sonido que le salió a Anthony Hopkins después de confesar que se había comido a un trabajador del censo.
– Taxi Driver: “Improvisa algo frente al espejo”, le dijo Martin Scorsese a Robert De Niro. El resultado es el inolvidable “¿Me estás hablando a mí?”
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