Un desastre de épicas proporciones. Salvo pequeñas excepciones como Looper o Moonrise Kingdom, Bruce Willis viene firmando tres o más películas al año, infames la mayoría de ellas. La realidad es que lleva una década embarcándose en filmes de Serie B y cutres a más no poder, en los cuales desempeña un rol secundario, pero que le valen para ingresar uno o dos millones de dólares por aparición. Son cintas pequeñas que utilizan gran parte de su presupuesto para contratar a Bruce Willis y que este funcione como reclamo.
Sin embargo, toda esa lista de infamias acaba de alcanzar su máxima expresión gracias a Mercenarios de Élite (Hard Kill), una cinta que llegaba el pasado verano y que aterrizaba en Netflix, dejándonos a todos de piedra. Normal, ya que es completamente horrorosa.
El trabajo del multimillonario Donovan Chalmers (Bruce Willis) es tan valioso que contrata a mercenarios para protegerlo. Pese a ello, un grupo terrorista logra secuestrar a su hija para conseguir acercarse a él.
No hay nada que se salve en Mercenarios de Élite (Hard Kill). Y es que no nos adaptamos a ver a un grande del calibre de Bruce Willis inmerso en proyectos tan tremendamente pobres. Al menos, a partir de ahora se antoja imposible que le veamos en algo peor.
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