Estamos ante un caso realmente injusto. Keanu Reeves es un tipo al que adoramos, pero cuyos inicios no fueron demasiado sencillo. Era guapo, encantador y un trabajador ejemplar en esto del cine, pero poco tenía que ver con el actor que es hoy. Ha aprendido mucho Keanu a lo largo de todo este tiempo, convirtiéndose en un tipo solvente. Por suerte ha olvidado ya la novatada que le hizo pagar Coppola en Drácula de Bram Stoker.
De entre las palizas interpretativas más humillantes que nos ha dejado la historia del cine, la que se lleva Keanu Reeves por parte de Gary Oldman en Drácula, de Bram Stoker es la más memorable. Lo cierto es que el bueno de Keanu nunca ha sido célebre por su talento, pero solo a Francis Ford Coppola se le puede ocurrir poner al chico junto al “torbellino Oldman”. ¿Es que no aprendió nada con Sofía Coppola en El Padrino II?
Para colmo, por el lugar también se dejaba caer un tal Anthony Hopkins. Al menos parece que Keanu Reeves se lo tomó todo como una máster class.
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