Ya no hay paciencia de ningún tipo. En estos tiempos en los que las series de televisión proliferan como setas y la competencia se ha vuelto atroz, no queda espacio para series que no resulten auténticos fenómenos. Especialmente dolorosa se ha vuelto a esta tendencia en Netflix y un golpe realmente duro terminaba siendo el de Bonding.
Una universitaria neoyorquina que trabaja como dominatrix contrata de asistente a su mejor amigo gay del instituto. Con ese argumento se presentaba hace días Bonding. La parrilla de Netflix daba la bienvenida, hace poco más de un año, a una apuesta de lo más curiosa, ya que la ficción constaba de siete episodios de 16 minutos de duración. Un pretexto ideal para marcarnos un maratón de esos que tanto nos gustan.
Audaz y lúcida a niveles más que llamativos, la serie daba la bienvenida también a una segunda temporada realmente genial. Sin embargo, la ficción no ha tenido la respuesta esperada por parte de los espectadores. A pesar de tener unas cuantas incondicionales, Bonding no ha arrasado y, en estos días, eso es una razón más que suficiente para terminar criando malvas. Una auténtica pena, ya qué propuesta sube arriesgadas no se ven todos los días.
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