Es un caso digno de estudio el de Sean Penn. El actor y director es un talento sin igual. Décadas de trabajos brillantes delante y detrás de las cámaras lo refrendan. Desgraciadamente, estos últimos años se han convertido en un calvario para él. Penn ha pasado de ser un actor bastante comprometido en el activismo político, a protagonizar únicamente polémicas. La industria le ha dado la espalda y él no ha contribuido demasiado en arreglar las cosas.
Podemos hablar de una década sin dar en la diana. Demasiado tiempo para uno de los tipos más respetados de la industria en las últimas décadas. ¿Su último intento? Flag day. Una película que él mismo protagoniza y dirige, pero que ha vuelto a resultar un desastre de épicas proporciones.
Un padre de familia vive una doble vida como falsificador, ladrón de bancos y estafador para mantener a su hija. Con ese argumento se presenta una película que se mueve entre la sensación de ofrecernos una recopilación de lugares comunes y una montaña de situaciones absolutamente inverosímiles. Para colmo, todos se reviste de aires líricos y poéticos es un ejercicio de ambición desmedida, pero sin fondo alguno. Sean Penn no levanta cabeza.
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