Su figura está cada día más desdibujada, pero hubo un tiempo en el que era grande. Nicolas Cage se ha convertido en todo un icono del cine de serie B (o más bien Z). Un tipo raro y con mil excentricidades, lo que le ha llevado a patinar a la hora de fijar el rumbo de su carrera. Sin embargo, el talento está fuera de toda duda en lo que a su figura se refiere. Incontables papeles enormes brillan en su filmografía, e incluso hubo un día en el que decidió meterse a director.
Sonny era el título de una cinta que llegaba a nuestras vidas allá por el año 2002 y que hay que reconocer que no estaba nada mal.
Nueva Orleáns, 1981. Sonny Phillips se ha pasado la vida trabajando como gigoló a las órdenes de su madre. Tratando de huir de esa clase vida, se alista en el ejército. Allí un compañero le promete conseguirle un buen trabajo, pero cuando se licencia y vuelve a casa, el trabajo nunca llega. Sonny no tendrá entonces más remedio que volver a su antigua profesión. James Franco, Mena Suvari y Harry Dean Stanton eran los protagonistas de una película arriesgada. Cierto es que Sonny quedaba muy lejos de ser una obra maestra, pero si algo destacaba por encima de cualquier cosa era el buen pulso de Cage tras las cámaras. Lástima que nunca se decidiese a seguir dirigiendo, porque Nic apuntaba maneras.
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