No sabemos en qué momento se le fue de las manos. Entre 1990 y 2010, pocas carreras se pueden comparar a la de Sean Penn. Un talento interpretativo arrollador hacía que se convirtiese en uno de los actores más cotizados de la industria al tiempo que el público le encumbraba. De hecho, Sean Penn incluso se hacía con dos premios Oscar gracias a Mystic River y Harvey Milk.
Por si la cosa no fuese suficiente, la faceta como director de Sean Penn también empezaba a darle alegrías. Hacia rutas salvajes (2007) se convertía inmediatamente en película de culto. El viento soplaba en favor de la carrera de un tipo que iba camino de marcar época. Sin embargo, las cosas se torcieron.
El activismo de Sean Penn siempre había sido algo inherente a su personalidad. El problema es que en un momento dado las causas a las que se sumaba empezaban a resultar bastante controvertidas para muchos. La polémica se asociaba a su nombre una y otra vez mientras él se alejaba de las cámaras.
Poco a poco, Sean Penn ha desaparecido de la memoria de los espectadores. Sus escasos trabajos delante de las cámaras pasan sin pena ni gloria y cuando vuelve a la dirección el resultado suele ser un desastre. Su último trabajo, un documental sobre Ucrania lanzado en el Festival de Berlín. A sus 62 años, más le vale ponerse las pilas lo antes posible para retomar su carrera. De lo contrario podría ser ya demasiado tarde.
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