Cuando destilamos un siglo de cine y metemos el resultado en una botella ocurren cosas como La La Land. Quienes nos alimentamos de momentos de magia, sabemos que esta puede presentarse de mil formas distintas. Ya sea a base de violencia, grandiosidad, besos o simples miradas, el séptimo arte es capaz de provocarnos un escalofrío en la espalda de cuando en cuando. Algo que, extraño para los últimos tiempos, Damien Chazelle generaba en forma de notas musicales.
Mia (Emma Stone), una joven aspirante a actriz que trabaja como camarera mientras acude a castings, y Sebastian (Ryan Gosling), un pianista de jazz que se gana la vida tocando en sórdidos tugurios, se enamoran, pero su gran ambición por llegar a la cima en sus carreras artísticas amenaza con separarlos.
Efectivamente, La La Land es una auténtica maravilla del cine moderno. Lo es por mil cosas. No es una copia del cine de los años dorados musicales. Su éxito no radica en apelar a nuestra nostalgia o a constantes homenajes a sus raíces. Lo que hace que la cinta de Damien Chazelle sea una de las mejores de los últimos años es su genuina puesta en escena y la riqueza de ese tema atemporal llamado “amor”. Disponible ya en Prime Video, HBO Max y Movistar +.
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