El clásico del slasher noventero Sé lo que hicisteis el último verano ha regresado a la gran pantalla. Pero esta vez no se trata de una secuela nostálgica ni de un refrito perezoso: es un reinicio en toda regla, con un reparto joven, estética cuidada y una narrativa que combina la tensión de antes con las preocupaciones actuales de la Generación Z. Y lo más inquietante: funciona mejor de lo que uno podría esperar.
La trama mantiene la esencia: un grupo de adolescentes, una noche de verano, un accidente que intentan encubrir… y un año después, un asesino que lo sabe todo y no está para juegos. Pero donde antes había más pose que profundidad, ahora encontramos una película que explora la culpa de verdad, el trauma compartido, y cómo el silencio puede devorarte más rápido que cualquier psicópata con un garfio.
Esta nueva versión no solo apuesta por el suspense clásico y los giros inesperados. También hace un esfuerzo claro por conectar con las audiencias jóvenes, hablando su idioma y reflejando sus dilemas: redes sociales como escenario del crimen, ansiedad colectiva disfrazada de fiestas veraniegas, y una tensión constante entre el deseo de aparentar y el miedo a que se descubra quién eres realmente. Aquí, la culpa no es solo un tema: es un personaje más, tan presente como el asesino en las sombras.
En cuanto al apartado visual, el director (que claramente ha estudiado a fondo tanto a Scream como a Hereditary) se ha encargado de dejar atrás el look serie B de los noventa y apostar por una atmósfera más sofisticada, oscura y elegante. Nada de linternas torpes ni persecuciones ridículas en medio de la nada. Aquí todo tiene un peso visual, un subtexto emocional… y sí, sustos bien medidos que te sacuden de verdad.
Pero no se engañen: esto sigue siendo un slasher, con sus códigos, sus muertes creativas y su asesino silencioso que parece tener el don de la omnipresencia. La diferencia es que esta vez hay un guion más afilado, personajes con profundidad y un esfuerzo genuino por hacer que el espectador sienta algo más que adrenalina barata. Y se agradece.
Con este estreno, el género slasher parece estar atravesando un nuevo renacimiento, uno que no se conforma con reciclar fórmulas sino que busca reinterpretarlas desde un lugar más oscuro, más emocional y más contemporáneo. Lo vimos con la última Scream, con Bodies Bodies Bodies, y ahora con este reboot que no solo revive un título mítico, sino que lo hace con personalidad, intención y un par de ideas realmente perturbadoras.
Puede que el asesino con gabardina ya no tenga el mismo impacto que en 1997, pero el miedo a ser descubierto, a cargar con un secreto, y a no poder huir del pasado sigue siendo tan universal como aterrador. Y esta nueva versión lo explota con inteligencia, estilo… y litros de sangre.