“Campamento Garra de Oso”

Alguien tenía que hacer el trabajo sucio y me ha tocado a mi, ver esta película por vosotros. Me debéis una. Hay películas que parecen hechas en una tarde de lluvia con el ChatGPT delante: “necesitamos un campamento de verano, dos niños con caracteres opuestos, un villano con nombre ridículo, un animal parlante y un mensaje ecológico”. Copiar, pegar, colorear un poco… y voilà: Campamento Garra de Oso. Una comedia familiar que se vende como aventura fantástica, pero que en realidad parece un episodio largo de dibujos animados baratos de los 90.

La premisa es la de siempre: Maia, niña imaginativa y revoltosa, y Jan, niño urbanita y cagón, se enfrentan al malo malísimo Sebastián Sebastián (sí, ese es su nombre, y no, no es un chiste que funcione) que quiere cargarse el valle para construir sus cosas de villano excéntrico. La misión de los críos es encontrar un oso legendario y, de paso, salvar el campamento. A todo esto se les une Fritz, una mofeta parlante con la voz de Carlos Latre, que debería ser el alma cómica de la historia y acaba siendo un trauma visual con patas.

Porque hablemos claro: los efectos digitales son un horror. Dicen que trabajaron cientos de técnicos en la animación, pero el resultado parece sacado de un CD-ROM educativo de 1998. La mofeta se mueve como muñeco mal renderizado, sin expresividad, y cada vez que abre la boca piensas “qué necesidad de hacerme esto”. Ni Latre, que pone todo el entusiasmo, logra darle vida a ese bicho.

El guion no ayuda: clichés a mansalva, humor que no hace gracia ni a un niño de ocho años, moralejas gritadas en lugar de mostradas. Sí, hay química entre los niños protagonistas y los paisajes naturales tienen encanto, pero todo está contado con tanta torpeza que la película nunca despega. Lo del oso mítico, que debería ser el gran clímax, queda como excusa de videojuego barato.

Lo más doloroso es que intenta disfrazarse de historia con mensaje: “hay que cuidar la naturaleza, hay que escuchar la imaginación, la amistad lo puede todo”. Y claro que esos valores son valiosos, pero aquí se presentan como si alguien hubiera impreso un manual de moralejas y lo hubiera recitado en clase. Sin frescura, sin emoción, sin riesgo.

Y ojo, que no es solo cosa de guion: la dirección de Silvia Quer es plana, sin nervio en las escenas de aventura ni chispa en los momentos cómicos. La peli se alarga más de lo que debería, y cuando por fin aparece la supuesta magia, ya estás mirando el reloj.

Lo único rescatable es el escenario montañoso, que sí luce en pantalla y aporta un aire de autenticidad. Pero claro, si lo mejor de tu película son las localizaciones naturales, mal asunto.

En definitiva, Campamento Garra de Oso es un quiero y no puedo de cine infantil: pretende ser una nueva Los Goonies con conciencia ecológica, pero se queda en un telefilm olvidable con bichos digitales de pesadilla. Una película que quizá entretenga a algún niño pequeño, pero que para los adultos acompañantes será un ejercicio de paciencia.

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