El sable de Darth Vader rompe récords: vendido por 3,6 millones de dólares

No sé cuántas veces hemos escuchado que Star Wars ya no es lo que era, que si Disney la ha convertido en una máquina de hacer billetes, que si las nuevas trilogías no le llegan a los talones a las originales… Pero basta con que un pedazo de historia galáctica asome por una casa de subastas para que todo el mundo pierda la cabeza. Y eso es exactamente lo que ha pasado en Los Ángeles, donde el sable de luz que empuñó Darth Vader en los episodios V y VI se ha vendido por la friolera de 3,6 millones de dólares, convirtiéndose en el objeto de Star Wars más caro jamás subastado.

La puja tuvo lugar en Propstore, una de esas casas de subastas que hacen babear a los frikis (y millonarios) del cine. El precio de martillo fue de 2,9 millones, pero ya se sabe que en estos círculos la letra pequeña también cobra: 700.000 dólares más en concepto de “buyer’s premium”, lo que viene a ser un eufemismo para decir que si quieres tocar el sable, primero suelta la pasta.

Y ojo, que no estamos hablando de un simple accesorio de atrezo. Este no es uno de esos sables de cartón pintado que usaban en ensayos. Es el sable de luz original, el que aparece en los duelos a muerte de El Imperio Contraataca y El Retorno del Jedi. El que empuñaron tanto David Prowse, el imponente cuerpo de Vader, como Bob Anderson, el maestro de esgrima que lo dobló en las escenas de acción. Vamos, que este trasto ha sido testigo de coreografías que ya son leyenda del cine.

Lo interesante aquí no es solo el precio (que ya es para abrir los ojos como platos), sino lo que representa: la confirmación definitiva de que Star Wars es el Santo Grial del coleccionismo cinematográfico. Hace un año se vendió un guion olvidado en un piso de Harrison Ford por apenas 13.600 dólares. Una anécdota comparado con esto. Aquello era arqueología doméstica; esto es mitología pop.

Y no penséis que la subasta fue un monográfico galáctico. También se vendieron otras joyas como el cinturón con látigo de Indiana Jones por 485.100 dólares (esperemos que sin restos de polvo del arca perdida), una flauta Ressikana de Star Trek: The Next Generation por 403.000, un cartel de Plataforma 9¾ de Harry Potter que probablemente haya dejado sin herencia a algún hijo de mago, y un casco élfico de El Señor de los Anillos que seguro tiene grabados en élfico la palabra “carísimo”.

Lo dijo el director de operaciones de Propstore, Brandon Alinger, con una solemnidad digna del Consejo Jedi: este sable no es solo un objeto, es “el símbolo de una de las sagas más grandes del cine”. Y no le falta razón. Porque no importa cuántas series, spin-offs o recauchutados nos den. Cuando aparece algo auténtico, algo que estuvo allí, en el set, entre focos y humo de secador ochentero, los fans lo saben. Y lo pagan.

No sé tú, pero yo ya me estoy mirando la estantería del salón. Si encuentro el muñeco original de Yoda que tengo desde los 80, igual me da para la entrada de un piso. O para un sable láser… de juguete.

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