Robert Redford ha fallecido hoy a los 89 años, dejando tras de sí una de las trayectorias más completas y admiradas del cine moderno. Fue mucho más que un actor: fue director, productor, fundador de un festival que cambió la forma de entender el cine independiente y un hombre comprometido con causas sociales y medioambientales. Su legado no se mide solo en premios o taquillas, sino en cómo influyó en la forma en la que vemos y hacemos cine.
El actor que conquistó Hollywood
Su rostro, a la vez magnético y cercano, lo convirtió en una de las grandes estrellas del cine de los años setenta y ochenta. Redford saltó al estrellato con Dos hombres y un destino en 1969, compartiendo protagonismo con Paul Newman. La química entre ambos dio lugar a uno de los dúos más recordados del cine y marcó a toda una generación de espectadores. Poco después repetirían colaboración en El golpe, un filme que unió suspense, humor e ingenio y que confirmó a Redford como un actor capaz de sostener producciones de enorme éxito.
Su carrera se consolidó con papeles tan diferentes como el de Bob Woodward en Todos los hombres del presidente, donde encarnó con sobriedad a uno de los periodistas que destaparon el caso Watergate, o el de Roy Hobbs en El mejor, una oda a la redención a través del béisbol que se convirtió en un clásico deportivo. También brilló en Tres días del cóndor, un thriller político que reflejó las tensiones de la Guerra Fría, y en Memorias de África, donde compartió escena con Meryl Streep en una de las historias románticas más celebradas del cine.
Su versatilidad lo llevó a interpretar tanto héroes solitarios como personajes atormentados, aventureros de westerns modernos o protagonistas de dramas intimistas. Cada papel confirmaba su capacidad para conectar con el público sin necesidad de artificios.
La mirada del director
Aunque alcanzó la cima como actor, Redford no se conformó con estar frente a las cámaras. En 1980 debutó como director con Gente corriente, un retrato de una familia marcada por la tragedia. La película sorprendió por su madurez narrativa y le valió el Oscar a mejor director y mejor película. Desde entonces, se consolidó como un cineasta interesado en los conflictos humanos, la ética y las contradicciones de la sociedad.
En Un lugar llamado Milagro plasmó la resistencia de un pequeño pueblo frente a las presiones del progreso, mientras que en Quiz Show examinó los dilemas morales de la televisión y la manipulación mediática, obteniendo gran reconocimiento de la crítica. Con El río de la vida demostró su sensibilidad visual y su apego por la naturaleza, una constante en su obra. Como director, Redford buscó siempre narrar con honestidad, sin artificios innecesarios, mostrando personajes en busca de verdad y sentido.
Sundance y el impulso al cine independiente
Si como actor y director ya tenía un lugar asegurado en la historia del cine, su legado se multiplicó con la creación del Instituto Sundance y del Festival de Sundance. En una época en la que Hollywood parecía dominado por fórmulas comerciales, Redford impulsó un espacio para que nuevos talentos pudieran mostrar sus trabajos. Gracias a esa plataforma, directores como Quentin Tarantino, Steven Soderbergh o Darren Aronofsky pudieron dar sus primeros pasos. Sundance se convirtió en el epicentro del cine independiente y en un refugio para quienes buscaban un lenguaje distinto al de las grandes productoras.
El hombre detrás de la estrella
Más allá de las cámaras, Redford también fue un defensor activo del medio ambiente y de la justicia social. Utilizó su fama para llamar la atención sobre problemas como el cambio climático y la protección de los espacios naturales, especialmente en su querido estado de Utah. Su figura trascendió el mundo del cine porque nunca se limitó a ser un icono: quiso influir de manera positiva en su entorno.
Un legado imborrable
Robert Redford fue un hombre que supo unir belleza, talento y compromiso en una misma trayectoria. Como actor, dio vida a personajes inolvidables; como director, exploró la fragilidad y fortaleza de la condición humana; y como mentor, abrió el camino a miles de cineastas que encontraron en Sundance su primera oportunidad.
Su muerte deja un vacío enorme, pero su legado es tan vasto que seguirá vivo en las pantallas y en la memoria de quienes lo admiraron. Redford no fue solo una estrella de Hollywood: fue un arquitecto del cine moderno y un referente moral y artístico cuya huella permanecerá durante generaciones.