La guerra de los mundos de este año plantea una versión contemporánea del clásico de Wells: en lugar de naves alienígenas avanzando por ciudades, la invasión se vive a través de pantallas.
Will Radford (Ice Cube), experto en ciberseguridad, trabaja para un programa de vigilancia global que lo sabe todo, ve todo y escucha todo. Hasta que algo —una amenaza “desconocida”, ejem— empieza a colarse en la red, en sus dispositivos, y en su vida personal. ¿La guerra? No es con armas. Es con datos, mentiras y mucha, mucha videollamada.
La idea tiene potencial: mostrar el colapso del mundo moderno desde el ángulo más íntimo —tu móvil—. Pero lo que pudo haber sido una crítica a la hiperconectividad se queda en… una película de Ice Cube reaccionando a pantallas verdes. Tal cual
Lo que falla (y lo que duele)
1. El guion es un laberinto sin salida
Todo parte de un concepto interesante, pero el desarrollo es torpe, plano y lleno de decisiones absurdas. No hay tensión real, no hay giros con impacto, y todo suena a una especie de episodio largo de Black Mirror mal editado. Las escenas que deberían provocarte miedo o paranoia te sacan una ceja levantada. A veces, risa. Mal.
2. Ice Cube, héroe improbable de la era digital
Mirá, no le voy a negar el carisma. El tipo tiene presencia, pero acá está perdido. Se nota que actuó contra una pantalla verde sin tener ni idea de lo que estaba pasando. Tiene momentos donde parece estar leyendo los correos del día, más que enfrentando el fin del mundo. Y sin embargo, es lo mejor de la película. Con eso te lo digo todo.
3. El montaje “screenlife” aburre más que intriga
Toda la historia transcurre en pantallas: chats, videollamadas, mapas, redes sociales, videos virales… un recurso que funcionó en otras pelis, pero que acá se vuelve cansino y repetitivo. La película no sabe usar bien el formato, no sabe generar ritmo ni tensión con él. Y cuando intenta ser frenética, parece un PowerPoint con esteroides.
4. Publicidad, publicidad, publicidad
Lo de Amazon ya roza lo ofensivo. Drones que salvan a la humanidad, repartidores heroicos, primeros planos de logos… es como ver un spot largo disfrazado de película. Y no me malinterpretes: todos sabemos que el cine y la publicidad están ligados, pero acá no hay ni sutileza ni ironía. Es burdo. Es como si los alienígenas llegaran a la Tierra buscando puntos Prime.
5. ¿Dónde está el mensaje?
Quieren hablar de vigilancia, de control estatal, de conspiraciones digitales… pero todo se queda en menciones vagas y frases impostadas. La crítica social que intenta hacer es tan superficial como una story de Instagram, y ni siquiera bien escrita.
Cuando la película se deja llevar por lo absurdo, hay momentos que provocan una risa genuina. Risa de “esto es tan malo que da la vuelta”. Y dura poco: apenas hora y media. Es tan ligera que no molesta del todo, y eso —en estos tiempos de películas eternas y pretenciosas— tiene su mérito.
También rescato algunas ideas visuales: los trípodes apareciendo en noticias falsas, videos virales mezclados con CGI, y alguna escena donde la destrucción se filtra en lo cotidiano. Pero son destellos, apenas.
La guerra de los mundos (2025) no es la peor película del año, pero sí una de las más frustrantes. Porque tenía una idea buena, un formato con potencial, y un actor que, al menos, sabe llenar plano. Pero todo se desperdicia en un mar de product placement, guion flojo y decisiones estéticas que van de lo aburrido a lo ridículo.
¿Se puede ver? Sí, si te gustó Sharknado y estás con amigos dispuestos a reírse de lo cutre. Pero no busques ciencia ficción con nervio ni reflexión profunda. Acá hay ruido, humo y logos por todas partes.
Un comentario en «Crítica de “La guerra de los mundos”, firme candidata a la peor película del año»
“Acá” se repite 4 veces. ¿Quien escribe los artículos y desde donde?