Crítica de “Sketch. Cuidado con lo que dibujas” una inesperada sopresa

Voy a decirlo desde el minuto uno: Sketch no es la típica peli familiar que te tragas con los niños mientras miras el reloj y te acabas sus palomitas. Es más bien una de esas películas raras que parece que no van a funcionar del todo… pero que al final te cuelan un par de emociones reales por la puerta de atrás. Ojo, no estoy diciendo que sea una joya oculta, ni que me haya cambiado la vida, pero sí que me dejó pensando en algo muy básico: el dolor no desaparece, solo se transforma… a veces, en monstruos con pinturas.

Monstruos adorables, duelo real y caos con purpurina

La trama parte de una premisa que, si me la cuentan sin más, me hace rodar los ojos: una niña que pierde a su madre empieza a dibujar monstruos, y por arte de magia (o de un estanque que nadie se molesta mucho en explicar), esas criaturas cobran vida y arrasan el pueblo. Vale, sí, suena a refrito entre Pesadillas, Donde viven los monstruos y algún capítulo random de Hora de Aventuras… pero aquí hay algo más.

Amber, la niña protagonista, está en plena caída libre emocional. Y lo mejor es que la peli no la trata como una muñequita triste ni como la típica “niña mágica”. Está furiosa, está perdida, y su forma de canalizar eso es garabatear pesadillas que terminan destrozando el porche. Es una forma bonita y brutal de decir que el dolor infantil es ruidoso, impredecible, y que si no se atiende… bueno, puede comerse media ciudad.

Los monstruos son lo mejor de la función: criaturas que parecen dibujadas por alguien con diez años y mucha rabia, hechas con trazos que se mueven, con polvo de color flotando en el aire, con ojos desproporcionados y bocas llenas de dientes torcidos. Hay una araña con un solo ojo que me pareció de lo más ingenioso. No dan miedo del todo, pero sí inquietan, y eso es exactamente lo que tienen que hacer.

Lo que emociona… y lo que cansa

Cuando Sketch se mete de lleno en el duelo familiar, cuando deja los efectos y se atreve a hablar del dolor, funciona con alma. No es solemne ni pesada, pero tampoco frívola. Hay algo en esa dinámica entre los hermanos, en cómo el padre no sabe qué hacer, en cómo la tía intenta poner orden… que suena sincero. No es brillante, pero es honesto.

Ahora bien, cuando la película se vuelca solo en la acción y los gags, se le va la mano. Algunos chistes están bien medidos, otros se alargan hasta la náusea. Hay secuencias que parecen sacadas de un especial navideño de Nickelodeon, con adultos corriendo en círculos y caídas torpes que no hacen gracia ni a un niño de cuatro años.

Tony Hale, al que adoro como secundario cómico en cualquier sitcom, aquí se contiene más de lo esperado, pero no le dan demasiado con qué jugar. Y aunque los chavales protagonistas lo hacen bien (cosa rara, porque los niños en el cine suelen ser insoportables), las escenas adultas caen planas y ralentizan todo.

Y sí, lo del estanque mágico es una fumada mal explicada. No pido realismo, pero al menos dame una pista, un poco de leyenda, una frase loca que le dé contexto al misticismo. No sé, solo pido un condesador de fluzo o algo así.

Sketch no es Pixar, pero tampoco es basura

Esta peli está hecha con cariño, se nota. Tiene alma, tiene imaginación y, sobre todo, no trata al espectador infantil como idiota. Eso ya es un logro hoy en día. Tiene escenas memorables, como la persecución por el bosque con criaturas medio borradas por el viento, o la secuencia final en la que Amber enfrenta a su propio monstruo con una mezcla de rabia, miedo y ternura que casi me hace soltar una lagrimita (solo una, ¿vale?).

No va a ser la película del año, ni va a revolucionar el género, pero tiene una voz propia. Y en esta época de remakes sin alma, eso ya es un superpoder.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *