¿Qué me ha parecido “Un gran viaje atrevido y maravilloso”? Pues que tiene un póster muy bonito, de esos que llaman la atención y apetece ponerlos en esas hipotética sala de cine que tienes en tu mansión.
Y si os hablo del póster, es porque la película está bien, pero no tanto como el póster ya que peca de empalagosa, algo que debería haber previsto al ver ese póster tan bonito.
“¿Y si pudieras abrir una puerta al pasado?”
Esa es la pregunta con la que arranca esta historia, y no es cualquier pregunta. No es una premisa para hacer ciencia ficción barata ni una excusa para efectos especiales. Es una herida. Una fantasía recurrente. Un “¿y si…?” que todos hemos arrastrado alguna vez. La película no va de viajes en el tiempo. Va de lo que haríamos si tuviéramos la oportunidad de entendernos mejor a nosotros mismos.
Sarah y David, dos desconocidos con mochilas emocionales muy diferentes, se cruzan en una boda —como si el amor solo pudiera empezar en una comedia romántica— y, sin saber cómo, terminan embarcados en un viaje emocional que los lleva a revivir momentos decisivos de su pasado. No como simples espectadores, sino como acompañantes el uno del otro. Testigos incómodos, aliados improbables, reflejos. Algo que puede resultar cursi y lo es de alguna manera.
Lo mágico no está en la fantasía, sino en lo humano
Se podría decir que esta peli es una mezcla entre About Time, Eternal Sunshine of the Spotless Mind y alguna rareza de Studio Ghibli rodada en Instagram Stories. Y algo de eso hay. Pero no es una copia, ni una fórmula. Tiene su propio pulso.
Colin Farrell está en modo vulnerable y auténtico. Lo ves mirar con ojos de niño roto, y sabés que ahí hay algo más que un guion. Se entrega. Y Margot Robbie, por una vez, no está en piloto automático ni vendiendo Barbie rosa.Está presente. Humana. Imperfecta. Cuando sonríe, no te seduce; te hace confiar.
La química entre los dos es rara. No explosiva. No sexual. Cálida. Cómplice. Frágil.
Un viaje visual y sonoro que acaricia
El director juega con los tonos pastel, los reflejos en cristales mojados, las luces que titilan como recuerdos lejanos. No es un cine grandilocuente ni efectista. Es un cine que susurra. Que te deja ver sin empujarte.
Tiene momentos donde se estanca. Hay partes que se sienten demasiado discursivas, como si los personajes necesitaran explicar todo lo que sienten en vez de simplemente vivirlo. El guion a veces se pasa de filosófico barato, como si tuviera miedo de no ser lo suficientemente profundo.
Y sí, a veces se nota que todo está diseñado para ser bonito. El vestuario, los paisajes, los coches vintage con GPS que hablan con voz sexy… Hay algo un poco Wes Anderson sin ironía que puede empalagar si no estás en el mood.
El click que deja en el pecho
Si alguna vez te preguntaste qué habría pasado si hubieras dicho aquello que no dijiste, si hubieras perdonado a quien no pudiste, si hubieras tomado aquel tren… esta peli es para vos.
No te va a dar respuestas. No te va a ofrecer moralejas baratas. Pero te va a dejar con la extraña sensación de que, a pesar de todo, todavía se puede volver a empezar. Aunque sea solo en tu cabeza. Aunque sea solo para entenderte mejor.