Predator: Badlands

Vale, respira hondo que esto va en serio: la nueva película de Dan Trachtenberg me ha dejado con sensaciones encontradas. ¿Es una reinvención valiente de la saga Predator o un “¿qué está pasando aquí?” disfrazado de espectáculo? Aquí va mi visión.

Imagina que el cazador se convierte en el cazado, que el depredador que hasta ahora aterrorizaba humanos se convierte en el protagonista con dudas, heridas, miedos. Eso es lo que propone ‘Predator: Badlands’. Pero no sólo eso: se aventura a meterse en la cultura de los Yautja, en sus costumbres, en su “familia”, y lo hace con un tono mucho más ligero, más accesible, y menos visceral que las entregas de antaño. Y eso, para los que crecimos con el cuchillo entre los dientes en una jungla que olía a adrenalina pura, es tanto un soplo de aire nuevo como una traición sutil.

Lo que funciona

  • Primero lo bueno: la idea de poner al Depredador como protagonista, al alienígena como ser complejo que siente marginación, que busca aprobación de su clan, que debe sobrevivir en un planeta infernal — eso es atrevido.
  • Luego, la cinematografía, la ambientación: el planeta Genna parece un lugar brutal, alienígena de verdad, con fauna, flora, monstruos que intimidan. Se nota que Trachtenberg quería una odisea visual, no sólo tiros y gritos.
  • Y la combinación entre Dek (el joven Yautja) y Thia (la androide interpretada por Elle Fanning) genera momentos interesantes: alianza improbable, diferencias evidentes, tensión que no siempre se resuelve en un puñetazo. Esta relación aporta una veta emocional que la saga raramente exploraba.

Lo que no me convenció

  • Pero ojo: no todo brilla. Hay varios “pero” que terminan pesando. Por un lado, la humanidad añadida al Depredador. La sagacidad salvaje, la furia implacable, la fisicidad brutal que definían al “monstruo perfecto” se diluyen un poco cuando el personaje empieza a arrepentirse o buscar aprobación. Como dice una crítica: “humanizar al Depredador disminuye lo que lo hacía fascinante”.
  • Por otro lado, la elección del tono: es más accesible, menos sangrienta, más familiar — con todo lo que eso implica. Si esperas la brutalidad sin pausa de las películas clásicas, quizás te quedes… medio en fuera. Además, algunas decisiones visuales o de diseño han levantado cejas — por ejemplo la forma del Depredador o el uso (y abuso) del CGI.
  • Finalmente, el guion a ratos se siente cómodo con lo formulista: marginado busca redención, alianza improbable, monstruo mayor por abatir. Nada que en sí sea malo, pero sí esperas un giro más radical dado lo que la premisa prometía. Algunas críticas apuntan a que esto hace que la película “funcione bien si la aceptas como entretenimiento” pero “no cumple del todo si la ves como parte seria de la saga”.

Mi veredicto emocional
‘Predator: Badlands’ me provocó un poco de enamoramiento y un poco de decepción al mismo tiempo. Me encantó que arriesgara — que se adentrara en lo desconocido de los Yautja, que nos contara la historia desde adentro. Pero también me frustró que, en ese afán de abrir la saga a un público más amplio (o quizás más joven), perdiera parte de la esencia salvaje y sin concesiones que caracterizaba al “Depredador que caza humanos, sin piedad”.

Quiero que quede claro: no es una mala película. Para nada. Tiene escenas que remueven, momentos que te hacen decir “vaya, esto sí”. Tiene belleza, tiene intensidad. Pero también siento que la saga ha tomado un camino híbrido: mitad blockbuster cómodo, mitad experimento de mitología alienígena. Y en ese cruce, puede que algunos fanáticos de la oleada original se sientan descolocados.

¿Para quién es?
Si eres del tipo que va al cine para que le den espectáculo, monstruos, alienígenas gigantes, un planeta letal y una alianza inesperada: lo pasarás bien. Ahora bien, si vas por nostalgia, por el Depredador implacable y sin redención, puede que termines preguntándote “¿esto es lo que quería?”. En mi caso, lo acepté, lo disfruté, pero me costó soltar el “depredador puro” que se mostraba en el cartel.

Me lo quedo con este pensamiento: es una película que quiere evolucionar a la saga, no sólo repetirla. Y eso merece respeto. Pero esa evolución hace que parte de la magia original se pierda. Así que es como ver a un viejo amigo con barba y bastón: te alegra verlo, te interesa su historia, pero echas de menos cuando corría sin esfuerzo.

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