Este fin de semana, los estrenos de la cartelera se han rellenado con “Stoker”, “Objetivo: la Casa Blanca” o la española “La Mula”. En vez de hacer una elección entre las tres grandes, me he decantado por algo más discreto que ya había llamado mi atención por los BAFTA: “The imposter” o “El impostor”, que es como la veremos aquí. ¿Me habré pillado los dedos?
“El impostor” se trata de un documental basado en hechos reales. Esto, a priori, puede parecer poco atractivo para acercarse al cine. Un documental, ¿no emiten eso en la 2 a la hora de la siesta? No, oiga, los gafapasta modernos pagan una entrada de cine, que la 2 es muy mainstream. Bueno, yo me olvidé las gafas, pero no bloc de críticas.
Me llevé una grata sorpresa con los recursos empleados en “El impostor”. El director debutante, Bart Layton, ha sabido reconciliar una historia terrorífica con unos medios no muy elaborados, pero sí efectivos y limpios para hacerla aun más horripilante. El casting es brutal. Uno se queda pasmado porque cree que está viendo al auténtico impostor, a Frédéric Bourdin en vez de a un actor, y es que Adam O’Brian está calcado al sociópata francés… Pero no adelantemos acontecimientos, antes vamos a centrarnos un poco.
Como suele decirse, la realidad supera a la ficción y en este caso lo hace. Un chico texano de 12 años, Nicholas Barlcay, desaparece un día cualquiera. Cuatro años más tarde, alguien lo localiza en España y llama a la familia para que vengan a reconocerlo y recogerlo.
Esto no tiene nada de extraordinario, ¿verdad? Un poco milagroso, pero nada imposible. Bien, el hecho es que el tal Nicholas Barclay era un chavalín rubio de ojos azules y complexión más bien delgada. El chico que se encuentran, aparte de no aparentar 16 años por ninguna parte, es moreno y tiene los ojos marrones, además de una sombra de barba oscura. ¿Cómo se come esto? Pero el caso va más allá. Su hermana, su conmocionada hermana, lo reconoce y el nuevo Nicholas Barclay consigue su pasaporte para regresar a los Estados Unidos.
Esto es un caso verídico, ocurrió, Bart Layton no se lo está inventando. Nos muestra en su documental cómo Frédéric Bourdin tomó la decisión de cambiar de identidad, aprovechar la desaparición del niño y hacerse pasar por él, a pesar de que ni los rasgos ni la edad coinciden. Es el propio Frédéric quien nos conduce por su aventura. El relato se apoya con reconstrucciones o imágenes de archivo y testimonios de familiares, trabajadores sociales o investigadores. El caso resulta impactante.
Obviamente, esa clase de historias tienen las patas muy cortas y uno, nada más saber de qué va “El impostor”, conoce el final. Lo que no sabe y está muy bien llevado es cómo se va desentrañando esa madeja de hilos tan entreverados que la familia y el propio francés se han ocupado de enredar.
En mi opinión, “El impostor” resulta una buena película para el género. No es aburrida, hay sorpresas e insisto en que el uso de los recursos es óptimo: no es recargado, no hay grandes efectos especiales, pero la banda sonora, por ejemplo, se convierte en un continuo empujón para la historia. Es interesante ver cómo Layton juega con los detalles que tiene (intercalando entrevistas reales con reconstrucciones, explorando los detalles de Bourdin, el miedo de la sospecha de que algo más gordo está pasando…)
¿Habéis visto “El impostor”? ¿Qué os ha parecido? Si después habéis investigado un poco más como yo sobre el personajillo que representa Frédéric Bourdin, habréis visto que ha suplantado, según él, más de 500 identidades y muchas de ellas en España. La más sonada es la de Rubén Sánchez Espinoza, un chaval que supuestamente había perdido a su madre en los atentados del 11M.
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