Crítica: “Riddick”

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Cometí el mayor de los errores… Me civilicé“. Algo así nos cuenta Riddick al inicio de la tercera entrega de la saga. No sabemos si es una autocrítica sobre la segunda cinta de la franquicia, llamada Las crónicas de Riddick aparecida en 2004. Sea como fuere, esta nueva película titulada sencillamente Riddick recupera parte del estilo de Pitch Black, aquella cinta de ciencia ficción, casi de Serie B, que sorprendió en el año 2000. Fue uno de los primeros papeles de éxito de Vin Diesel, después de Salvar al Soldado Ryan.

La ciencia ficción sigue siendo un género con muchos devotos. Y propuestas no faltan. En los últimos meses se han estrenado cintas de ciencia ficción como Oblivion o Elysium. Pronto se estrenará Gravity de Cuarón y Nolan sigue trabajando en su ambiciosa Interstellar. La ciencia ficción es un género en el que muchos de los directores actuales se han formado como cinéfilos y todo el mundo quiere crear el nuevo Blade Runner. Incluso el propio Ridley Scott. Pero este tipo de películas a menudo caen en el plagio, el exceso de ambición o las concesiones al peor cine comercial.

Riddick puede pecar de tomar demasiadas licencias de Pitch Black, pero si obviamos este punto nos encontramos con una película entretenida indicada para los amantes de la ciencia ficción más lúdica y menos reflexiva. Y es que el bueno de Riddick es un sujeto pragmático donde los haya. Lo dejan suelto con una pierna rota en un planeta lleno de bichos peligrosos y sale a flote. Y domestica a una especie de perro interestelar que se convierte en su único colega. Porque Riddick tiene buen corazón, pero trabaja mejor solo.

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Tras una breve y un tanto confusa introducción en la que se enlaza con el final de Las crónicas de Riddick, tenemos a Diesel en un planeta rojo y agresivo lidiando con animales peligrosos. La primera media hora de la película deja el listón bastante alto. Vemos a Riddick escribiendo un tratado de supervivencia. Este personaje toma lo mejor de los héroes de acción nacidos a partir de los años 70. Son duros como el acero y siempre tienen la última palabra. Nunca se equivocan. Acabáramos.

Pero Vin Diesel nos cae bien. Quizás porque tiene un humor bastante fresco, aunque esté atado con cadenas y con un machete apuntando a su cuello. Aun tiene ganas de marcha y es capaz de decirle a la chica de la película que se la clavará hasta el fondo, pero solo si ella se lo pide con cariño (o algo así). Y al final se lo pide…

Y es que Riddick se encuentra con dos grupos de caza recompensas que acuden en su busca al planeta rojo. Uno es liderado por Jordi Mollà. Santana cumple bastante bien como villano un poco desquiciado. Y sus secuaces son mercenarios duros y fornidos. En el otro bando hay un tal Johns que acude a buscar respuestas sobre su hijo, el guardián de Riddick en Pitch Black.

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Aunque en esta segunda fase de la película se pierde algo de fuelle, aun seguimos el desarrollo de la historia con cierto interés. ¿A quién se cargará primero Riddick? ¿De qué forma liquidará a Mollà? Y en el tercer acto, nos encontramos con unos bichos al estilo Pitch Black. Diesel, que también es productor de la cinta y David Twohy, guionista y director de la saga, pretenden recuperar, especialmente en esta última parte, el espíritu de la exitosa Pitch Black. Precisamente por eso, Riddick cae un poco en el autoplagio y a pesar del buen inicio de la película terminamos el visionado con una cierta decepción. Pero no demasiada.

Riddick ofrece poco menos de dos horas de una divertida película de género, en la que se combinan elementos de la ciencia ficción más lúdica, con el western o las leyendas medievales tipo Conan. Pocos personajes, escenarios impactantes, y Diesel haciendo de las suyas.

Lo Mejor: Entretenida y eficaz película de ciencia ficción y aventuras sin mensaje filosófico ni alegoría social.

Lo Peor: El homenaje a Pitch Black termina cayendo un poco en la copia.