¡Pero qué coño! En la vida, hay veces que hay que saber decirlo… Es una de las lecciones que podemos extraer de Risky Business, una de las películas juveniles más transgresoras de los 80. Tal vez por ello, no sea tan recordada como Los Goonies o El club de los cinco. La década que vio (re)nacer un tipo de cine facturado para el consumo juvenil también ofreció un poco de mala leche. Sin pasarse, claro…
Tom Cruise es Joel Goodsen, el hijo de una familia burguesa estadounidense en su último año de instituto. Sus papás deben pasar unos días fuera de casa, y Joel se queda al cargo… Lo primero que hace es quedarse en calzoncillos y escuchar una canción a todo volumen… ¡Qué original! Pero esa noche, además de estudiar un poco, hará una llamada telefónica. Después de muchas dudas, las hormonas ganan la partida y Joel recibe una visita. Tras superar un primer malentendido, una chica llamada Lana atraviesa el umbral de su casa… Y de su vida.
Risky Business ofrece un tono diferente a otras cintas de la época. A pesar del sentido del humor que destila toda la película, el trasfondo tiene cierto calado. Joel ya no es un niño de Los Goonies (la mítica película de Richard Donner se estrenaría dos años después, marcando una época). A pesar de que es un buen estudiante y planea enrolarse en una de las mejores universidades de Estados Unidos, decide vivir una pequeña aventura mientras sus padres están fuera. Pero lo que en un principio parecía una travesura, se convierte en un conflicto con un peligroso proxeneta…
Y todo por culpa de Lana ¿O no? La bella Rebecca de Mornay calentó la imaginación de millones espectadores en todo el mundo. La escena del tren con Cruise es una de las más famosas de la década. Pero no es la única. Y es que Risky Business no rechaza abordar algunas cuestiones polémicas. Para hablar claro: Tom Cruise se enrolla con una puta, hunde su Porsche 928 en el lago Michigan, es desvalijado, monta un negocio de prostitución en casa invitando a sus amigos y soborna (con putas) al enviado de la universidad que tenía que evaluar su candidatura. Y eso, sin contar con la marihuana… No está mal para los años 80…
Tom Cruise interpreta uno de sus papeles legendarios. A pesar de la fama dudosa que arrastra este actor desde hace muchos años, la realidad es que el bueno de Cruise tiene en su haber una decena de títulos míticos. Al César lo que es del César… Pero además, está la presencia de Rebecca de Mornay. Tan solo era su segunda película, pero su actuación, combinando frivolidad, sensualidad y altivez, multiplicó el nivel del proyecto.
Y no nos podemos olvidar de Miles, el genio de la chupa verde, de cuyos labios salen las palabras mágicas: ¡Pero qué coño! Era el debut de Curtis Armstrong, que luego triunfó gracias a Luz de luna con Bruce Willis. El otro colega de Joel es Bronson Pinchot (Primos Lejanos), con un fantástico papel de dandy. Y, por último, el prolífico Joe Pantoliano (Memento) es el chulo cabreado…
Siempre dentro de los cánones del cine comercial, Risky Business contiene escenas formidables, tiene una recordada banda sonora, combina con mucho acierto sentido del humor y un poco de drama, y termina por todo lo alto con un travelling de Joel echando un pitillo… Nada será lo mismo desde su salvaje semana sin papá y mamá…
No somos unos fanáticos de la (aburrida) nostalgia ochentera, pero qué coño, Risky Business es una de las mejores comedias juveniles de la década.
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