Crítica El Pingüino

El Pingüino es la nueva serie de Max (cuanto echamos de menos escribir HBO) que se adentra en los bajos fondos de Gotham, centrándose en el ascenso de Oswald Cobblepot (interpretado por Colin Farrell) tras los eventos de The Batman. La soberbia actuación de Farrell es indiscutiblemente uno de los puntos más fuertes de la serie. Su transformación física y la profundidad con la que aborda al personaje dotan a Cobblepot de una humanidad inquietante que lo convierte en algo más que un villano clásico: es una figura trágica atrapada en su propia ambición.

La atmósfera de la serie sigue la estética oscura y opresiva que caracteriza al universo de Matt Reeves. El tono noir se mantiene a lo largo de los episodios, lo que proporciona una sensación constante de peligro y decadencia. Sin embargo, la narrativa tiene altibajos. Algunos episodios parecen estancarse, repitiendo temas de traición y venganza que pueden sentirse reiterativos. Aunque el enfoque en el desarrollo del personaje es clave, se extraña una trama más dinámica en ciertos momentos.

A nivel visual, la serie es impresionante. Gotham es retratada como una ciudad sucia y corrupta, y la cinematografía ayuda a sumergir al espectador en este entorno hostil. La violencia es gráfica, pero no gratuita, y refuerza la brutalidad del mundo criminal que rodea a Cobblepot.

Aunque no es una serie perfecta y todavía no conocemos su final, El Pingüino es una propuesta sólida para los fans del universo de Batman que buscan algo más profundo que la típica acción de superhéroes. Con Farrell a la cabeza, la serie ofrece una exploración psicológica de un villano que, por momentos, logra inspirar empatía en medio de su despiadada búsqueda de poder.

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