“Close” es la mejor película del año

Close

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Habitualmente, el cine es algo para ver y escuchar. Lo que pasa es que en algunas ocasiones, las menos, también se puede tocar. Close es un ejemplo perfecto de ello. La cinta de Lucas Dhont va más allá de la pantalla. El aliento de cada plano es capaz de llegar a nuestras manos para calentárnoslas. Hay algo profundamente humano y doloroso en una película que se nos queda enganchada en la ropa muchas horas después de salir de la sala de cine.

Léo y Rémi tienen trece años. Son amigos de toda la vida. Las horas que pasan separados al día son anecdóticas. Pero un suceso los separa. Algo a lo que Léo trata de buscarle explicación. El muchacho se acerca entonces a Sophie, la madre de su amigo, buscando entender algo difícil de comprender.

Por mucho que volvamos la vista atrás se hace imposible encontrar un retrato de la adolescencia como el de Close. Cada trazo de la historia es fino y sutil. No hay espacio para las pinceladas torpes o los subrayados innecesarios. En cada mirada y en cada gesto hay una sensibilidad reconocible hasta lo doloroso. Y miedo. Miedo a lo que uno es, a lo que los otros ven y a lo que no sabemos ser. Perderse en el camino siempre es fácil, pero sobre todo cuando aún no se sabe caminar.

Con pausa y miradas, Close va construyendo el relato de la destrucción. De los días en los que te vas haciendo mientras te deshaces. Una película sobre la primavera y el otoño. Cine enorme de tan pequeño.