“The Amazing Spider-Man 2: El Poder de Electro”, la sensacional película que todos defenestramos

Una mentira mil veces dicha puede convertirse en verdad. Cuando a Mark Webb se le ocurrió comenzar de cero con la franquicia del hombre araña, muchos consideraron el proyecto precipitado e innecesario. Incluso tras presenciar el resultado de The Amazing Spider-Man, el gran público salía de las salas convencido de que la cinta resultaba más bien mediocre. La desidia de crítica y espectadores era difícil de entender ante una de las mejores cintas de superhéroes en mucho tiempo. Los cambios no son siempre fáciles y puede que esa fuese la razón principal de todo ello.

Las hordas de zombis creadas por el virus de Nolan y de su Batman habían distorsionado claramente el buen criterio del público. Un Peter Parker con sonrisa de oreja a oreja y disfrutando de sus superpoderes como un crío (qué no haría yo con la mitad de sus habilidades…) no era aceptable. “¿Por qué no hablan sobre moralidad y existencialismo?”, se preguntaban muchos. Pues porque no hace falta. El buen cine de superhéroes está de vuelta y si aquella fue una gran cinta, The Amazing Spider-Man 2: El Poder de Electro es, sencillamente gloriosa.

Desde la secuencia de apertura, hasta el plano final, esta segunda entrega del Spider-Man 2.0 roza la perfección en sus casi 140 minutos de metraje. Poderosa acción sin caer en la desmesura (al loro, Zack Snyder), humor, emociones y amor son los ingredientes de los que se sirve Mark Webb. Aplicando cada elemento en su justa medida, el resultado se convierte en una embriagadora sinfonía que conquista nuestros cinco sentidos. Por si esto fuera poco, en The Amazing Spider-Man se sembraba una semilla de la que crecía su secuela, pero en unas últimas secuencias antológicas esta segunda entrega apuntaba a un más que probable sublime florecimiento para cerrar una trilogía que nunca llegaba a ser.

Da gusto encontrarse con una cinta sumida en el constate auto-homenaje y en el aparentemente simple, pero en esencia complejo deseo de “gustar”. No perdamos de vista que Spider-Man es un adolescente con pintas de mamarracho y con unos poderes de la leche. No necesita ir al psicólogo. Solo tiene que dedicarse a disfrutar y a gestionar los problemillas cotidianos que un chavalillo con superpoderes puede encontrarse: Novietas, matones, lagartos gigantes y esas cosas. La búsqueda de un objetivo lúdico sin sacrificar una brillante puesta en escena y con perfeccionismo narrativo es posible (¿Han oído hablar de un tal Spielberg?).

Probablemente nunca habréis tenido que enfrentaros al caos moral y en contadas ocasiones se habrán visto arrastrados a debates sobre metafísica, pero seguro que a diario amáis, teméis, reís y anheláis. Por eso The Amazing Spider-Man 2: El Poder de Electro es tan sensacional. Una película que hoy reivindicamos.